Bolivia cierra el año con superávit fiscal


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Bolivia ha sido noticia en el cierre del año 2013 no sólo porque el país reportó un crecimiento de 6.5% en su Producto Interno Bruto, sino porque desde el punto de vista de las finanzas públicas, el gobierno de Evo Morales terminó el ejercicio con un superávit de 4.5% con respecto al PIB, situación que contrasta con muchos países que funcionan con permanente déficit presupuestario y que apenas lograran magros resultados de crecimiento económico.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Cuando un país puede combinar esos dos resultados, es decir, un importante crecimiento de su economía y además un superávit fiscal significativo, hay que admitir que goza de una buena y efectiva administración. Si a ello se agrega que el responsable de esa eficiente administración es un Presidente que devenga un salario mensual equivalente a 2,167.00 dólares de los Estados Unidos y que goza del respaldo de más del sesenta por ciento de la población que ocho años después de que empezó su gobierno lo sigue calificando en forma positiva, no puede uno sino pensar que Bolivia puede tener aún una economía menor que la de Guatemala y un ingreso per cápita inferior al que reflejan las cifras macroeconómicas de nuestro país, pero definitivamente está en una senda que ya quisiéramos para nuestra Nación.
 
 Por supuesto que los logros de Evo Morales no son agradables para quienes consideran que haber abandonado el recetario neoliberal para impulsar la economía fue un error garrafal propio de un gobierno calificado como populista y al que algunos cuestionan no sólo por razones ideológicas, sino por el estilo tan propio de Morales que ha roto moldes, empezando por su plena identificación como indígena en ejercicio del poder. Pero las cifras no mienten y las mismas resultan avaladas por los organismos internacionales que han visto la forma en que ese mandatario ha impuesto un estilo efectivo y, lo más importante, con niveles de transparencia que ya quisiéramos en otros lados.
 
 Evo Morales publicó a finales del año pasado su declaración patrimonial. Sin duda que la misma ha de darle risa a por lo menos nuestra Vicepresidenta, pero resulta que el gobernante de Bolivia tiene un patrimonio de 412,861 dólares luego de restar deudas que tiene por cerca de 28,000 dólares. Cuando llegó al poder e hizo su primera declaración en el año 2006, su patrimonio ascendía a la cantidad de 112,633 dólares. En ambas declaraciones señala que posee tierras agrícolas en la región de Cochabamba, zona productora de hojas de coca, además de un rebaño de llamas, vehículos y una propiedad en la ciudad de Cochabamba.
 
 Me imagino que como la mayoría de Presidentes en el mundo, Evo Morales no tiene por qué preocuparse ni por su comida, su vivienda, el pago de su seguridad ni combustibles porque todos esos gastos corren a cuenta del Estado. El sueldo nominal, que en su caso el de unos diecisiete mil quetzales mensuales, no da para volverse millonario pero es suficiente para quien tiene prácticamente todas sus necesidades y lujos cubiertos por el erario, como le pasa a todos los gobernantes, salvo muy raras excepciones.
 
 No sería malo que le pusiéramos más atención a lo que ocurre en ese remoto país del sur de América que ni siquiera tiene una salida al mar, pero que evidentemente ha encontrado su salida hacia el futuro con un tipo de administración capaz de generar importante crecimiento de su economía, pieza fundamental para el combate de la pobreza, sino que además se gobierna con superávit que contrasta con persistentes y elevados déficits, como en Guatemala, y de ajuste dedica el presupuesto a inversión para hacer sostenible su desarrollo.