Bochornosa ineficiencia del Estado


Los guatemaltecos hemos tenido la oportunidad de leer varios reportajes e incluso artí­culos de opinión en donde se evidencia y comenta que la campaña electoral en la que estamos sumidos desde hace ya seis meses, a ciencia y paciencia de nuestras autoridades, aunque las leyes indiquen claramente que es prohibida, está plagada de las promesas de siempre, sin visos de realidad, pues ni cuentan con un plan concreto para resolver los problemas que afronta el Estado guatemalteco, mucho menos con el equipo humano capaz de llevarlos a la realidad. Ejemplo de ello, es el sistema penitenciario que sigue siendo controlado por los reos y no por las autoridades.

Francisco Cáceres Barrios

No he tenido el tiempo necesario para llevar un registro o hacer al menos una cronologí­a del cúmulo de eventos llamados requisas, amotinamientos, espantosos delitos, barbaridades o simples hallazgos que periódicamente ocurren en cualquiera de nuestras llamadas cárceles, cuando en realidad son terrenales infiernos, sin embargo, ¿será necesario traerlos a cuenta?, ¿acaso no es evidente, salvo para el ministro de Gobernación de turno, que en las cárceles todos los dí­as toman rehenes o se amotinan para lograr traslados, mejores tratos y condiciones como erradicar la podredumbre que impera?

Debemos estar claros que no cualquiera puede hacerse cargo de semejante pacaya. Ejemplos abundan para demostrar dos cosas fundamentales: que las buenas intenciones no son suficientes y que quienes han ocupado cargos claves en esa administración han fracasado rotundamente, fuera por ineptitud o porque tarde o temprano salen trasquilados. Quien lo dude, con solo ver el caso del doctor Alejandro Giammattei, tendrá más que suficiente para ver la condena a que se sujeta cualquiera que se meta a farolero sin la experiencia y conocimientos del caso.

Las observaciones o apreciaciones de los funcionarios que ocupan actualmente los cargos claves para resolver el problema de las cárceles, más por coyuntura politiquera que con el afán de encontrar soluciones efectivas, jamás han podido dar en el clavo, porque están plagadas de ignorancia o desconocimiento de la parte fundamental técnica y cientí­fica necesaria para atenderlos eficazmente. ¿Qué esperan entonces, seguir en las mismas, con más parches, remiendos, soluciones parciales y los mismos resultados, aparte de gastar, por no decir botar, muchos millones de quetzales solo para satisfacer particulares intereses?

La experiencia es suficiente. Es hora de contratar expertos, técnicos y profesionales, entre otros, criminólogos, psiquiatras, administradores públicos, etc. Me pregunto: ¿si vivimos extendiendo la mano para mendigar cooperación extranjera, por qué no dejar de pedir dinero, el que por cierto después se vuelve humo, para solicitar asesorí­a, capacitación o instrucción a gente que, a su regreso, ponga en práctica los conocimientos adquiridos?, ¿cuándo dejaremos de improvisar, como hacer nombramientos por compadrazgos, intereses polí­ticos o personales? De lo contrario, preparémonos a seguir viendo a los reos dirigiendo sus cárceles. ¿Nuestros polí­ticos nunca van a cambiar, ni siquiera porque ellos mismos podrí­an ser los futuros huéspedes?