En una ciudad inventada por el escritor portugués José Saramago, se dio un fenómeno electoral nunca antes visto: la mayoría de la población decidió no tomar partido y votó en blanco. Antes de acudir a las urnas de elección, amenazadas por un terrible aguacero, miles dudaron sobre la posibilidad de atreverse a utilizar por primera vez el derecho al sufragio para manifestar su desacuerdo con el sistema político.
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Este escrito del Nobel de Literatura, «Ensayo sobre la lucidez», podría parecer una premonición sobre lo que podría pasar este próximo domingo en nuestro país. Al menos, en los pronósticos del mal tiempo ante la amenaza de las lluvias.
Sin embargo, al igual que en las últimas elecciones pasadas, poco podrá esperarse del electorado, que convertido en una masa uniforme portadora de votos, será obediente a la publicidad y propaganda lanzada por los partidos políticos y dará el mínimo de legitimidad para que los aspirantes asuman la dirección del Estado.
El mensaje de «votar por el menos peor» ha tenido acogida entre la población y es probable que el abstencionismo alcance índices importantes, pero el blanco y el nulo tienen pocas esperanzas.
Votar, se ha convertido en la única manifestación ciudadana a que tiene derecho la población guatemalteca, sin embargo, este instrumento es cada vez menos representativo y las autoridades van y vienen con un apoyo que no representa a la mayoría del sector social.
El proceso electoral le pertenece únicamente a los dueños de los partidos políticos, que a través de las artimañas de la publicidad, han logrado que miles se sientan confiados en que la seguridad, por ejemplo, será garantizada en tres o cuatro meses.
De igual manera, derechos reconocidos en la Constitución Política de la República, como el trabajo, la educación y la salud, no deberían ser ofrecimientos durante la campaña, sino servicios disponibles para toda la población.
Si reparamos en los listados de las candidaturas para la presidencia, diputaciones y corporaciones municipales, podremos darnos cuenta que la mayoría de quienes han estado en los cargos públicos durante esta y otras administraciones, buscan nuevamente alcanzar los puestos de poder.
No sólo es uno el dinosaurio que espera a que despertemos. Las personas que ocupan los espacios de decisión, que inciden en nuestra calidad de vida y que deberían buscar el cumplimiento de nuestros derechos, son cientos, y piensan continuar en el mismo lugar.
Los espacios de poder habrá que ganarlos o arrebatarlos. Sin embargo, votar por algunos de los grupos tradicionales que nuevamente se representan en los partidos punteros, es sinónimo de la continuidad de las políticas en detrimento de la dignidad humana.
El voto en blanco y el nulo no significan una postura neutra o indiferente a la política del país. Este recurso, un derecho ciudadano legalmente reconocido, será la muestra de la inconformidad de la mayoría de la población ante nuestro sistema político, nada representativo de las mayorías.