El ex primer ministro Tony Blair será sometido el viernes a un interrogatorio público sobre su decisión de meter al Reino Unido en la impopular guerra de Irak, que empañó su última etapa en el poder y todavía hoy sigue dividiendo a los británicos.
El aliado más cercano del presidente norteamericano George W. Bush en Irak testificará durante un día entero ante la comisión independiente que investiga las circunstancias que condujeron a la invasión en 2003 y la posterior campaña bélica, que culminó con la retirada británica en julio de 2009.
La decisión de llevar al Reino Unido a la guerra sin el aval del Consejo de Seguridad de la ONU y pese a la oposición de la mayoría de la opinión pública, arrastró a Blair una salida prematura del gobierno en 2007, tras 10 años en el poder.
Los británicos esperan que el testigo estrella de la comisión aporte respuestas a sus preguntas sobre el objetivo de la guerra, su legitimidad, el informe sobre las armas de destrucción masiva (ADM) que supuestamente tenía el régimen de Saddam Hussein, o cuándo decidió apoyar a Bush.
Su comparecencia despertó tanta expectación que hubo que sortear entre más de 3.000 personas los 80 asientos disponibles para el público en la sala de audiencias instalada en el corazón de la capital.
También asistirán 22 familiares de los 179 militares británicos que perdieron la vida en Irak, deseosos de conocer «la verdad» sobre las razones que llevaron a Blair a enviar 45.000 soldados al conflicto.
En el exterior, la coalición pacifista Stop de War, que en 2003 sacó a un millón de británicos a las calles de Londres, convocó una protesta.
Siete años después de la intervención, más de la mitad de los británicos (52%) piensa que Blair los «engañó» haciéndoles creer que Irak tenía ADM.
Londres justificó la invasión por la amenaza que representaban estas armas y que según afirmó Blair al presentar un informe al parlamento en septiembre de 2002, podían desplegarse en 45 minutos. Nunca se encontraron.
Los testigos que se sucedieron ante el panel desde noviembre admitieron que el informe –que la BBC acusó a Blair de haber alterado– era impreciso. El ex titular de Relaciones Exteriores, Jack Straw, llegó a tildarlo de «error» porque omitía precisar que no se refería a misiles.
Y algunos altos funcionarios y ex ministros no ocultaron su deseo de ver a Saddam Hussein apartado del poder.
En una entrevista con la BBC, el propio Blair confesó en diciembre que hubiera apoyado la invasión para derrocar al presidente iraquí incluso sabiendo que no tenía ADM. «Evidentemente, habríamos desarrollado argumentos diferentes sobre la naturaleza de la amenaza», dijo entonces.
Aunque sus allegados sostuvieron que Blair buscó hasta el final una solución diplomática, la comisión también tratará de determinar si como sugirió su ex jefe de comunicación Alastair Campbell, el ex primer ministro prometió secretamente desde 2002 apoyo militar a Bush si fracasaba la vía del diálogo.
Dos días antes de su comparecencia, el ex fiscal general Peter Goldsmith, que inicialmente juzgó que la intervención carecía de base legal, declaró que cambió de parecer un mes antes de la intervención, tras conversaciones con responsables estadounidenses.
La resolución 1441, adoptada en noviembre, «no estaba clara» sobre si autorizaba o no el uso de la fuerza si Irak seguía incumpliendo sus compromisos, dijo. Tras una investigación, a fines de febrero «dije que creía que se podía argumentar con razón que no era necesaria una segunda resolución», agregó.
La comisión, que prometió interrogar a Blair «detalladamente sobre numerosos puntos», dejó sin embargo claro que no juzgaría a nadie.
«No podemos determinar culpabilidad o inocencia. Sólo una corte puede hacerlo», precisó su presidente, John Chilcot, cuyas conclusiones deberían ver la luz a fin de año.