Podríamos definir de diferentes maneras al bioterrorismo, encuentro viable el término vulnerabilidad por cuanto siembra pánico colectivo, enemigo invisible, sin señal de alarma, sin control, sin convención, sin regulación, genera incertidumbre en el medio ambiente. Su maniobrabilidad y control en la primera etapa y su manejo genético resultan altamente peligrosos a mi entender. El bioterrorismo no es selectivo y al final puede resultar incontrolable, ahí radica otro de los temores de los analistas.
Hemos sido testigos del desarrollo de la capacidad del hombre en generar efectos de destrucción: del hacha, a la pólvora, de la pólvora a la energía nuclear y el láser, en el medio o al final el manejo de agentes patógenos capaces de generar destrucción masiva.
La bioguerra y las mascarillas de gas utilizadas en las trincheras en la Primera Guerra Mundial, el gas mostaza, el exterminio de la población kurda, la primera incursión en Irak y otras formas más de exterminio sin huellas son elementos que han dado forma a interesantes convenciones relativas al Derecho Internacional Humanitario. El bioterrorismo no forzosamente se presenta en tiempos de guerra y en los últimos tiempos ha generado el debate de discusiones que parten desde el Derecho Internacional hasta la conjetura de sus aplicaciones y eventuales soluciones.
Las armas biológicas y su uso contra civiles es por supuesto altamente censurable, la bioguerra es un tema aparte que merece especial estudio y que por supuesto es igual de censurable y condenable: cámara de gases, envenenamiento de acuíferos, intoxicación por ingesta de alimentos, esparcimiento en el medio habitable, se deben condenar y sentenciar enérgicamente.
Hace unos años dictaba una conferencia sobre el tema de bioterrorismo a un selecto grupo, mi conferencia presidio a una conferencia sobre apertura comercial y liberalización económica, recuerdo perfectamente las caras desencajadas de algunos de los asistentes al momento de iniciar mi intervención mencionando nombres de agentes bacteriológicos: Fransicella tularensis, Coxiella burnetti, Serratia marcecens, Aspergillus fumigatus; lluvia amarilla; peste bubónica; cólera, ántrax, Brucella suis, Coxiella burnetti, Enterotoxina B de estafilococo, Virus de Encefalitis Equina; Bacillus anthracis, aflatoxina, toxina botulínica y bacilo de gangrena gaseosa (Clostridium perfringens); aflatoxina; Salmonella; Gas Sarín; etc., etc.
Según algunos entendidos el costo de infligir daños con armas bacteriológicas tiene un costo bajísimo comparada con el costo que conlleva el uso de armas convencionales $.2 mil por km² contra $. 1 por km².
Esta tarde, con la finalidad de ilustrarles he querido traer a la atención de los amables lectores un tema interesante y de profundas connotaciones, el manejo apropiado de términos, la exigencia como ciudadanos del mundo para el control y desaparición de cualquier mecanismo o agente que atente contra la propia existencia de la humanidad, un llamado a la conciencia del individuo, un reforzamiento de los mecanismos de control.
¿La esperanza? El hombre y su capacidad de destruir puede provocar en un acto de sensatez una contra dosis que evite lo inevitable.
*Politólogo con orientación en Relaciones Internacionales.