Coincidiendo con la renuncia hace un año del papa Benedicto XVI, que elevó al pontificado al argentino Jorge Mario Bergoglio, su compatriota y periodista Elisabetta Piqué publica ahora en España «Francisco.
Vida y Revolución», una biografía del primer papa latinoamericano de la Historia, que se ha convertido en best seller en Argentina e Italia.
En base a una gran cantidad de testimonios de gente que lo ha conocido bien, Piqué, que mantiene una amistad personal con el prelado jesuita desde que llegó a Roma en 2001 para ser creado cardenal, repasa la vida del hombre que llegó a la cumbre de la Iglesia desde la otra punta del mundo y se ha propuesto transformarla sin traicionar los principios de la milenaria institución.
Con ni tan siquiera 12 meses al frente de la Iglesia católica, Piqué considera que el balance del papa argentino es más que alentador. «Positivo es poco. Creo que es un milagro lo que ha hecho ya en los primeros meses. Él revitaliza una Iglesia que estaba de capa caída cuando es elegido», destaca en entrevista con dpa la corresponsal del diario argentino «La Nación» para Italia y el Vaticano.
Recuerda la periodista, convertida ahora ya en una experta vaticanista tras diez años cubriendo la información del pequeño Estado en el centro de Roma, que en aquellos momentos la Iglesia estaba plagada de escándalos con los abusos sexuales, las filtraciones del mayordomo del ahora papa emérito Benedicto XVI, el Vatileaks, los casos de nepotismo y los problemas con la curia o la falta de transparencia en la banca vaticana. Parecía una novela de Dan Brown, agrega Piqué, quien asegura que «todo eso quedó atrás. Parece que han pasado siglos, no un año».
Y no es que todos esos problemas se hayan resuelto, pero el pontífice ha puesto en marcha medidas para ir resolviendo algunos de esos problemas y además volver a centrar la atención en la labor social de la Iglesia, mantener los principios de la fe y servir de ayuda a los creyentes.
Con vistas al Sínodo sobre la familia que se celebrará en octubre, se encargó a los episcopados de todo el mundo un sondeo sobre ciertos temas hasta ahora tabú para que sean analizados.
El pontífice de 76 años, que tiene un carácter dialogante y está acostumbrado a ejercer cargos de responsabilidad en períodos adversos, tiene ante sí la ingente tarea de acortar la distancia entre la enseñanza católica y lo que piensan y viven los católicos en temas como la contracepción, la homosexualidad o el trato que la Iglesia dispensa a los divorciados creyentes. Muchos no entienden por qué no se les da la eucaristía. «Que a un año se esté hablando de estas cosas te da ya una idea de la enormidad del cambio que está viviendo la Iglesia católica», apunta Piqué en Madrid, donde presenta ahora el libro.
Creo que él ya está actualizando el mensaje porque está llamando a un cambio de actitud dentro la Iglesia, pero advierte: «Esto tampoco quiere decir que de un día para otro (el papa) vaya a decir que el matrimonio, hasta ahora indisoluble, pase a serlo. Puede llegar a haber transformaciones y cambios pero no se puede esperar que de un día para otro cambie todo», concluye.
El papa pretende además llevar a cabo una limpieza y una reforma estructural de la curia, pero también aspira a que se produzca una reforma moral en el órgano que rige la Iglesia.
En su libro, Piqué dedica un capítulo a los grupos minoritarios que le resisten. No obstante, son conscientes de que «el papa es tan inmenso que es difícil ponerle palos en las ruedas. Esperemos que no lo envenenen», apunta sin ningún atisbo de exageración en sus palabras.
En su opinión, estamos asistiendo a un cambio en el modo de ejercer el papado. Bergoglio, que nunca se quiere llamar papa, sino obispo de Roma, renunció desde el minuto cero de su papado a los fastos y pomposidades, así como a trasladarse en un coche de alta gama (desde el principio se mueve con su Ford Focus) o a vivir en el Palacio Apostólico.
La austeridad se ha impuesto en todas las facetas del lujoso Vaticano, donde, como cuenta Piqué en el libro, el papa recortó sobresueldos excesivos, retiró el pago extra que tradicionalmente se daba a los empleados del Vaticano cuando comenzaba un nuevo papado y dedicó el dinero ahorrado a obras benéficas o va apagando luces por los salones en los que no hay nadie para ahorrar.
Y eso hace que la gente vuelva a acercarse al rezo del Ángelus los domingos y a las audiencias generales los miércoles. «Se ha cuadriplicado el número de asistentes», señala esta mujer nacida en Florencia pero criada en Argentina, que además recuerda las palabras de monseñor Viganó, director del Centro Televisivo Vaticano: «Nunca va a ser como antes. No creo que el próximo papa vaya en limusina».