«Está loco», comentaban en el otoño de 1998 los empleados del Espanyol cuando, tras la sesión de entrenamiento y antes de atender a los medios informativos, Marcelo Bielsa se ponía a correr por la pista del Estadio Olímpico de Montjuic.
Una vuelta tras otra, y así hasta más de una hora. El tiempo que considerara necesario mientras su cabeza daba tantas o más vueltas, pensando en la alineación del siguiente partido.
Bielsa, nuevo entrenador del Athletic de Bilbao, un histórico del fútbol español, sigue labrando su propio camino y midiendo bien sus pasos. Mañana debuta con los Leones en San Mamés frente al Rayo Vallecano, en partido que marca su retorno a la liga española tras su breve estancia entre los Periquitos.
El sorpresivo arribo del apodado Loco a Bilbao fue una de las noticias del verano en España, y motivo de cierta controversia en La Catedral, pues Bielsa, hijo de madre docente y padre abogado, hombre de carácter y ganador de tres campeonatos argentinos con Newell’s Old Boys y Vélez Sarsfield, más un oro olímpico con la selección Albiceleste en 2004, raramente provoca indiferencia.
Se fue de Chile tras liderar a esa selección a una etapa brillante que coronó con los octavos de final del Mundial de Sudáfrica, con su característico sello de juego ofensivo que le ganó el aprecio de casi toda la afición del país.
Pero abandonó bruscamente el barco cuando un cambio en el timón de la federación, en que el madrileño Jorge Segovia sustituyó a su valedor, Harold Mayne-Nicholls, no resultó de su agrado. «No podría convivir con eso», dijo, sabedor de que Segovia, también propietario de Unión Española, había injerido en las labores del entrenador de ese club.
Bielsa habla poco, y fue él quien le recomendó a Pep Guardiola no dar entrevistas cuando el técnico del Barcelona le visitó en Argentina para dialogar sobre fútbol, en su afán por recopilar consejos de los que considera maestros. Pero sus conferencias de prensa pueden ser kilométricas, de hasta cuatro horas de duración.
Y no suele morderse la lengua.
Cuando el conservador Sebastián Piñera se postulaba como próximo presidente chileno y repetía en campaña electoral que quería «ser como Bielsa para los chilenos», el rosarino respondió ante unos estudiantes que «yo les digo a mis jugadores que quiero ser como Michelle Bachelet para ellos».
Bielsa remarcó también su amistad con la líder del partido liberal durante el Mundial, invitando a Bachelet a la concentración del equipo en Sudáfrica. Obsesivo en su preparación táctica, la reclusión es recurrente en el ídolo de Newell’s, quien consume vídeos de partidos encerrado en su habitación de hotel o taladra a preguntas a los periodistas cuando se los cruza en los grandes eventos: «Â¿Qué partido fuiste a ver? ¿Te fijaste en si el interior zurdo recorta o se escora a la banda cuando recibe en largo?». Y sus exigencias son innegociables: «Concentración permanente, movilidad, rotación y repentización».
Tras cuatro años de carrera como futbolista y 21 como entrenador, «El Loco» admitió recién que quizás esté llegando el final, pero sigue fiel a sus métodos, sus ideas y sus alianzas, y se animó a sumarse al proyecto del nuevo presidente del Athletic, Josu Urrutia, cuando éste le propuso tomar las riendas del plantel vasco.
Con el argentino como bandera de un ambicioso plan de renovación, Urrutia le ganó las elecciones al antiguo presidente, Fernando García Macua, dejando como víctima colateral al técnico de los últimos cuatro años en La Catedral, Joaquín Caparrós.
Bielsa, quien reconoció nada más llegar que «difícilmente tomé yo una posición sin reflexionar mucho», se encuentra con un plantel joven, pero también una hornada talentosa y dispuesta a entregarse a la filosofía atacante del técnico.
En el Athletic, un club formado íntegramente por futbolistas de la casa pero abierto a incorporar técnicos foráneos, siempre ha predominado el fútbol directo y de garra. Pero jugadores de gran calidad técnica como Iker Muniaín, Ander Herrera, Markel Susaeta, David López o Fernando Llorente aseguran que Bielsa, quien ejerció de defensa en su etapa como futbolista, dispondrá de piezas suficientes para ofrecer el juego ofensivo y abierto que más le gusta.
«El equipo debe hablar cada vez que juega y, a partir de allí, forjar lo que fantasea la afición», dijo Bielsa al poco de llegar a Bilbao, al tiempo que remarcó «el espíritu combativo y los recursos técnicos en gran porcentaje» de sus nuevos jugadores.
Cierto es que palabras similares se escucharon el día de su presentación con el Espanyol, hace ya 13 años, y se desvinculó poco después para afrontar el reto de dirigir a la selección argentina, gesto que irritó a los blanquiazules.
El balance de Bielsa no es bueno en sus seis partidos dirigidos en la liga, ya que sumó sólo una victoria por tres derrotas y dos empates. Pero los que vieron jugar al Espanyol esos meses recuerdan un equipo valiente y con personalidad, sólo falto de fortuna ante la portería contraria.
El «sello Bielsa» fue evidente, como confirmó su ex pupilo y actual entrenador periquito Mauricio Pochettino, también formando en Newell’s: «Uno ha intentado tomar lo mejor de cada entrenador que le ha dirigido, pero es indudable que estoy marcado por Marcelo Bielsa», dijo.
Se verán las caras esta temporada en la liga, así como con otro adepto de primer orden como Guardiola. O quizás no. Con El Loco nunca se sabe.