Bielorrusia celebra elecciones


Andrei Kim, lí­der de la oposición bielorrusa, hace campaña

Bielorrusia celebra el domingo elecciones legislativas que servirán de indicador sobre su voluntad de apertura a Occidente y a la Unión Europea, en un momento en que su presidente Alexandre Lukachenko, llamado el último dictador de Europa, está a merced de Moscú.


La Unión Europea (UE) prometió levantar sanciones impuestas a los dirigentes belarusos y conceder una ayuda financiera a Minsk si esta ex república soviética de 10 millones de habitantes da muestras de progresos democráticos en estos comicios, un mensaje que cuenta con el apoyo de Washington.

El balón está ahora en el campo del presidente belaruso, quien reina desde hace 14 años en este paí­s bisagra entre la UE y Rusia acosando a la oposición y amordazando a la prensa, pero que al mismo tiempo no duda en hacer malabarismos para defender sus intereses.

Desde hace dos años ha cambiado el viento para este aliado tradicional de Rusia, que subvenciona buena parte de su economí­a, un apoyo que utiliza como moneda de cambio.

El Kremlin espera con impaciencia que Bielorrusia siga sus pasos y reconozca a las dos repúblicas separatistas de Georgia: Osetia del Sur y Abjasia.

«Los belarusos se encuentran bajo enorme presión. Rusia amenaza con venderles su gas (del que dependen completamente) a precio de mercado si no reconocen a Abjasia y a Osetia del Sur», destaca un diplomático europeo.

Con el contexto georgiano como telón de fondo, la UE estima disponer de una baza para contrarrestar la influencia rusa, pese a que Lukachenko podrí­a ser el principal beneficiario de esta mano que se le tiende al paí­s.

«Hay que ayudar a Bielorrusia a tener una posición equilibrada. ¿Qué queremos, que vuelva realmente al regazo ruso?», sostiene el diplomático.

Para Andrew Wilson, experto en Bielorrusia del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en Londres, la guerra en Georgia mostró crudamente hasta qué punto las ex repúblicas soviéticas eran vulnerables frente al «gran hermano» ruso.

«Lukachenko ha estado extrañamente silencioso desde entonces, teme que Rusia ejerza a partir de ahora su poder de influencia en Bielorrusia echando mano de los activos económicos claves del paí­s», estima.

Además del precio del petróleo y del gas rusos, la espada de Damocles, Bielorrusia también depende del mercado ruso, donde se vendí­an los camiones, tractores y otros bienes de consumo que enorgullecí­an a Bielorrusia en la época soviética, y que hoy en dí­a han dejado de ser competitivos.

Acuciado por la necesidad de modernizar una economí­a demasiado estatal y de preservar cierto nivel de seguridad social, Lukachenko tiene que conseguir inversiones extranjeras, en particular europeas.

Como hábil estratega que es, el Presidente supo hacer concesiones. En agosto fueron liberados tres presos polí­ticos y durante la efí­mera campaña electoral se ha podido ver, más de lo habitual, a los candidatos de la oposición (unos 70 sobre 248).

«Nuestra preocupación es el recuento de los votos el dí­a de la elección», destacó no obstante el jefe de la misión de observación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE), Geert-Hinrich Ahrens.

Según Alexandre Bialiatski, de la ONG belarusa de defensa de los derechos humanos Vesna, «son todo menos elecciones» y se anuncian fraudes, ya que sólo el 0,07% de los representantes de la oposición han sido aceptados en las comisiones electorales.

Eso sin contar las intimidaciones y amenazas que pesan sobre los militantes de la oposición.

Así­ las cosas, Lukachenko regatea a diestra y siniestro «para obtener el máximo» posible de europeos y rusos, afirma Kozulin.