La hegemonía de la cultura occidental con todo y sus valores e ideas orientaron, por mucho tiempo, hacia el consumismo desenfrenado en la búsqueda de un estilo y forma de vida que pasaría por la obtención de la comodidad y la seguridad, para llegar finalmente a la felicidad infinita del individuo. Los estragos de esa fiesta desbocada reflejaron las primeras consecuencias, al amanecer del día siguiente de ese bacanal de capital; se empezó a denunciar la extinción de especies, el agotamiento de los bosques y en el cielo se empezó a abrir un hoyo, pero a pesar de la evidencia científica y la denuncia social, no lo creímos por la arrogancia que produjo el sueño de la autosuficiencia. Más tarde, hacia el mediodía, ya con los efectos de la goma moral, empezamos a ver con sorpresa y desamparo que el modelo como nos lo habían vendido estaba dando muestras de grave fracaso; el bienestar no se lograría y peor aún, habíamos embargado hasta el planeta; fue entonces cuando el petróleo empezaba su declive, el agua se convirtió en el nuevo objeto del deseo, ocasionando las nuevas guerras, y enfermedades raras aparecieron, arrasando grandes conglomerados de humanos.
El anterior relato apocalíptico que bien describe las ilusiones y desilusiones de una fiesta de libertino consumo humano, también sugiere las perversiones de los responsables; aunque estemos un poco más cerca o un poco más lejos de esa realidad supongo que tarde o temprano llegaremos al final, sin embargo, aún estamos hacia mediodía después del despilfarro, y es debido pensar una nueva propuesta civilizadora que pase por repensar los hábitos y las prácticas a través de otras formas de relación social, que no pasen por la destrucción del ambiente. Una de esas prácticas tiene que ver con la manera como nos transportamos; no podemos seguir consumiendo automotores de manera individualista y egoísta. En este país es común ver en las horas de mayor tránsito, miles de carros con una sola persona y al mismo tiempo buses rojos rebalsando gente, a este ritmo pronto llegaremos al caos vial. Mientras que el Estado se fortalece y se consolida para ofrecer planes dignos de transporte, es debido que tomemos iniciativas y asumamos con responsabilidad la manera en que nos transportamos. Una de esas formas alternativas es el ciclismo urbano. En la medida en que optamos por este tipo de prácticas, en esa misma medida la política pública respectiva retroalimenta y humaniza al Estado porque éste es sobre todo interrelación social.
Los planificadores urbanos ya indican que hay una relación entre desarrollo humano y el uso de la bicicleta en las grandes ciudades. Guatemala con una topografía relativamente poco pronunciada, podría ser un ambiente potencial para convertirse en un modelo alternativo de desarrollo urbano a partir de uso de las dos ruedas en vez de cuatro. Las virtudes son muchas, por mencionar algunas hay que decir que optar por bicicleta es no contaminar, es un alternativa para heredar a nuevas generaciones, sirve, además, para relajarse, para disfrutar la ciudad, mejora la condición física, funciona para comprender la sociedad, sirve para viajar y para escapar del estrés. Iniciativas como la Vía Verde y Manifestarte están ya promoviendo en esta ciudad el uso de la bicicleta como medio de transporte; incluso la Municipalidad está involucrada en un diagnóstico con la ayuda de un diseñador urbano de origen irlandés para proyectar una red de ciclo vías y ciclorutas en esta ciudad.
De trasfondo está la realidad finita de los recursos energéticos como el petróleo que tienen los días contados porque se agota. Espero que cada vez más gente termine subiendo a una bicicleta con el propósito de transportarse, pero también como una manifestación crítica hacia un sistema que hizo del automóvil el icono de consumo por excelencia, y que significó la idea inflada de prosperidad y progreso en la sociedad norteamericana de la segunda mitad del siglo veinte. Pasados diez años del siglo veintiuno la industria automotriz quebraba aparatosamente, y paradójicamente su Estado le tendía la mano, pero el fin es inminente porque ya no será una alternativa viable en el mercado. El sistema necesitará reinventarse para seguir vendiendo y es así como presenciamos ya la aplicación de nuevas alternativas energéticas para que el carro siga moviéndose. A pesar de eso las dos ruedas de la bicicleta siempre serán la mejor opción porque nos puede dar el viento en la cara…