Bernoulli para el fluido vehicular


En los medios de comunicación, se ha adoptado la metáfora de «fluido vehicular» para el tránsito. Digo que es una «metáfora», ya que por razones obvias la masa de carros por las calles no puede ser comparable con un lí­quido o un gas para que pueda ser considerado técnicamente como un fluido, y mucho menos podrí­amos considerar que nuestras congestionadas avenidas tengan la fluidez de un lí­quido.

Mario Cordero ívila
mcordero@lahora.com.gt

Pese a estas consideraciones fí­sicas, el tráfico vehicular tiene algunas caracterí­sticas de los fluidos, al igual que otros fenómenos, como el de la electricidad, que sin ser propiamente un fluido, el comportamiento del flujo eléctrico se conduce en forma similar a un lí­quido. Básicamente, la transmisión de electricidad se genera a través de una reacción en cadena de las partí­culas, pero de una forma tan veloz, que parece comportarse como un fluido.

Como decí­a, el tránsito vehicular podrí­a considerarse, ciertamente, como un fluido en algunos aspectos.

Siguiendo el Principio de Bernoulli (propuesto en 1738 por Daniel Bernoulli -1700-1782-, fí­sico suizo), un fluido en movimiento se comporta, básicamente, según su caudal, que es la relación de la cantidad del fluido que transita en determinado tiempo y espacio.

No sirve de mucho, para esta reflexión, explicar a detalle este principio y la ecuación que lo rige. Basta con decir que, a través de este Principio de Bernoulli, se puede entender que un fluido ideal (es decir, sin fricción ni viscosidad) se comporta en un ambiente, grosso modo, de la siguiente manera: mientras el área de transitar es mayor, la velocidad es más lenta; y, viceversa, cuando el área es menor, el caudal es mayor. Es decir, el caudal es inversamente proporcional al área.

Quizá esto pareciera no tener mucha lógica, porque cualquiera creerí­a que si el área de paso es más grande, entonces se pasa más rápido. Sin embargo, la experiencia cotidiana nos da muchos ejemplos. Por ejemplo, si usted está regando con la manguera, y la presión es muy poca, obtiene mayor velocidad al tapar con el dedo la salida del agua.

Con el tráfico vehicular en la ciudad de Guatemala, el problema que tenemos no sólo se refiere al exceso de automóviles que hay. El problema, básicamente, es de caudal. Los agentes de tránsito de toda el área metropolitana tienen ideas erróneas sobre cómo manejar el tráfico. En términos generales, tengo la certeza que creen que si las calles son más amplias, si desví­an a algunos automóviles a rutas alternas, si crean carriles en sentido contrario, resuelven el problema. Y quizá sí­ lo hacen, de alguna forma, pero todo ese fluido vehicular necesariamente recae en alguna parte. Los carros no desaparecen como por arte de magia.

Es por eso que quizá algunas veces usted ha sentido que un sector, quizá cerca de donde vive, ha sido de lo más tranquilo en cuanto a tránsito, pero desde que la PMT de su municipio implementó tal o cual acción, el tráfico aumentó. Es porque si se dan preferencias de ví­as en las calles más anchas, tarde o temprano, en alguna parte de la metrópoli, se acumulará.

El problema es de caudales, como dije. Debido a la inseguridad y al transporte deficiente, las autoridades aún no son capaces de motivar al ciudadano para que abandone el carro y se transporte en buses colectivos. Es decir, no puede resolver que haya un alto número de vehí­culos. Entonces, si no pueden con esta parte de la ecuación, entonces deberí­an tomar el otro componente, y es resolver el problema del área de locomoción.

NO SE TRATA DE AUMENTAR EL íREA. Por ejemplo, en las avenidas donde hay cuatro carriles para transitar, tarde o temprano irá a dar a un cuello de botella que sólo permite el paso de una o dos filas de vehí­culos, lo cual aumenta el tráfico.

SE TRATA, PUES, de mantener un flujo constante. Las autoridades de tránsito deberí­an probar, en vez de abrir más carriles, en cerrarlos. Por ejemplo, la Avenida de Las Américas, que por momentos llega a tener hasta cuatro carriles, colapsa en el Obelisco, porque el flujo vehicular intenta continuar en ví­as (Avenida Reforma, Bulevar Liberación) que solo tienen dos carriles. Si desde atrás, donde aún no hay tráfico en Las Américas se impone con la ayuda de conos el poder transitar sólo por dos carriles, la velocidad será más constante.

Otro ejemplo: en la Cuesta de Villalobos, en el sentido de ingreso a la capital, de nada sirve que pueda llegar a tener hasta seis filas de vehí­culos, si en la cumbre se vuelven sólo dos carriles. Si se redujera el flujo vehicular desde donde no hay tráfico (centro de Villa Nueva) a menos carriles, los carros sólo tendrí­an que buscar introducirse en ellos, y el flujo serí­a más constante.

Esto es parte del éxito de los carriles reversibles, que a pesar de permitir sólo un vehí­culo, avanza rápido. El problema de los reversibles es que en algún momento se topan con el punto en que deben introducirse de nuevo a la ví­a principal.

La solución no es fácil, porque hay muchas cosas por tomar en cuenta, como los ingresos laterales de los vehí­culos, para lo cual se pueden crear estrategias. Sin embargo, para la capacidad que han demostrado las autoridades de tránsito del área metropolitana, no serí­a imposible.

Esto también sirve para aquellos automovilistas que se salen de la cola para meterse en espacios abiertos o en contra de ví­a. Esto sólo hace colapsar el tráfico, y el tiempo que ganan en avanzar por el espacio libre, lo pierden al intentar meterse de nuevo al tránsito. RECUERDE: la fila de vehí­culos más larga es la que está avanzando más rápido.

Esta reflexión no viene de más, porque en esta época navideña se vive el peor tráfico del área metropolitana. Si por alguna razón se topa con fuertes congestionamientos, póngase a pensar que TODOS los que van en la cola también quieren llegar a su destino. El flujo se hace más rápido, cuando todos colaboran, según el Principio de Bernoulli.