El magnate de las comunicaciones Silvio Berlusconi, que conquistó holgadamente esta semana por tercera vez el poder en Italia, se presenta ahora como un hombre «sabio y justo», un «pater familias» para Europa, pese al tinte xenófobo que tendrá su futuro gobierno.
Sin abandonar su estilo espontáneo, dispuesto siempre a bromear y a mezclar espectáculo con política, Berlusconi se esfuerza por parecer un estadista.
«Cuando comencé en 1994 el «pater familias» era el presidente francés Francois Mitterrand, ahora soy yo, si no el más viejo, el más experto. Todos me pedirán consejo para saber cuál es la solución sabia y justa», declaró esta semana con escasa humildad Berlusconi en su primera exhibición como primer ministro electo.
Berlusconi, hábil empresario volcado en la política desde hace 15 años, que se ha definido siempre como «un antipolítico que se opone a lo políticamente correcto» y que solía alterarse cuando lo atacaban por su escasa credibilidad, ofrece ante todo seguridad.
«Paciencia. Tengo 71 años, no voy a cambiar de carácter, soy el que soy y no le debo nada a nadie», confesó el millonario italiano con su desarmante sinceridad, con la que ha seducido por tercera vez a la mayoría de los italianos, alcanzado un verdadero triunfo con poco más del 47% de los votos.
Pese al nuevo estilo «sobrio», se enfrascó ya en una polémica con el gobierno español de José Luis Rodríguez Zapatero por la presencia de «demasiadas mujeres», (nueve contra ocho hombres) en el nuevo gabinete socialista, lo que levantó una polvareda en España.
Igualmente recibió el jueves por la noche en su mansión de la isla de Cerdeña con un show de bellísimas bailarinas a su primer huésped internacional, su «amigo» el presidente ruso Vladimir Putin.
El «machismo» de Il Cavaliere, como lo llaman en Italia, poco escandaliza a Italia, donde su misoginia es tan célebre como su anticomunisno.
«Nos ve sólo en posición horizontal», sentenció la exhuberante candidata del partido La Destra (La Derecha) Daniela Santanché, con la que tuvo un intercambio público de vulgares reproches.
Más inquietante, sobre todo para las masas de inmigrantes tanto legales como ilegales que residen en Italia (unos 4 millones), resulta la apabullante victoria de su aliado Umberto Bossi, líder indiscutible del movimiento federalista, populista y xenófobo Liga Norte.
Bossi, contrario a la inmigración, duplicó su caudal electoral, y su salud, quebrantada por un ictus, no le ha impedido batallar contra la llamada «Roma ladrona».
En el parlamento estará representado con 65 diputados y 25 senadores, tras pasar del millón y medio de votos de 2006 a 3 millones.
El «fenómeno» de la Liga se extendió por todo el norte rico y opulento de la península italiana y se convirtió en el «partido de los trabajadores», otrora representados por el Partido Comunista, que por primera vez en 60 años no estará representado en el Parlamento.
«Cerraremos las fronteras del país y vamos a crear más campos de detención para identificar a los extranjeros sin empleo. Comenzaremos también a devolver a sus países a los inmigrantes «extracomunitarios» (de fuera de Europa, ndr)», fue la primera medida anunciada por Berlusconi como respuesta a las exigencias de seguridad del líder de la Liga Norte.
Bossi, que balbucea y camina con dificultad tras su derrame cerebral, es líder de un movimiento que traspasa las fronteras ideológicas y aplica la «tolerancia cero» contra los inmigrantes, incluidas murallas para frenar su ingreso.
í‰l será el hombre clave en los próximos cinco años de gobierno de Berlusconi.
Con su estilo crudo y claro ya anunció durante las pocas horas que permaneció en Roma su programa: «Federalismo fiscal, basta impuestos, basta Roma, fuera los clandestinos».