Gurbanguly Berdymujamedov, elegido presidente de Turkmenistán con un 89% de votos en las elecciones del domingo, hizo su carrera a la sombra del autócrata Saparmurat Niazov, antes de imponerse de manera sorpresiva como su sucesor interino tras su muerte.
Hasta su nombramiento como presidente provisional a finales de diciembre, este viceprimer ministro no formaba parte del influyente círculo de los servicios de seguridad y tampoco ejercía un control sobre los gigantescos ingresos del gas del país.
Pero esto no significa que Berdymujamedov, de 49 años, sea un recién llegado al opaco sistema de prebendas que caracteriza al poder turkmeno.
Su presencia en el gobierno durante diez años, una longevidad excepcional, y su parecido físico con el difunto presidente vitalicio -cabellos negros, cejas espesas y rostro alargado- le valieron el sobrenombre de «sombra» de Niazov. Incluso se rumoreó sobre su posible filiación.
Mientras que Niazov, que se bautizó a sí mismo como Turkmenbachi (jefe de todos los turkmenos) despedía, encarcelaba o exiliaba a sus ministros por motivos que iban desde la corrupción al simple concubinato, Berdymujamedov escalaba en la jerarquía y mantenía su confianza.
Para durar tanto tiempo al servicio de este presidente despótico, era necesario sobre todo obedecer y, como señala Ondjuk Mussaiev, primer secretario del Partido Democrático, única formación política autorizada, Berdymujamedov «obedecía sin protestar».
Este dentista de formación dio sus primeros pasos en las instancias del poder como jefe del departamento dental del ministerio de Sanidad, del que finalmente sería titular en 1997.
En el año 2001 fue nombrado viceprimer ministro y en 2004 realizó una de las reformas más criticadas de la era Turkmenbachi: suprimió los hospitales rurales y unos 15.000 empleos médicos para proceder a «ahorros presupuestarios», y sustituyó a los profesionales por jóvenes que realizaban el servicio militar.
Después de la muerte de Niazov, su puesta en órbita presidencial fue validada siguiendo el ritual del totalitarismo turkmeno, durante un Congreso Popular con 2.500 funcionarios que quedó para el recuerdo cuando los dignatarios vertieron torrentes de lágrimas para suplicarle que fuera candidato.
Sus primeras declaraciones fueron un concierto de alabanzas a Niazov, al «alto valor» de su acción «por el bien del pueblo, el país, la democracia».