Benedetti


Mario Benedetti nació en Paso de los Toros, Uruguay, el 14 de septiembre de 1920, y murió en Montevideo, el 17 de mayo de 2009. Fue un escritor y poeta uruguayo integrante de la Generación del 45. Su prolí­fica producción literaria incluyó más de 80 libros, algunos de los cuales fueron traducidos a más de 20 idiomas.

Harold Soberanis

Ahora que ya han quedado atrás los homenajes y encomios de la obra y pensamiento del escritor Mario Benedetti, a raí­z de su reciente muerte, deseo hacer, desde mi experiencia de un simple lector, algunas reflexiones sobre este gran hombre.


Es innegable la calidad literaria de la obra de don Mario Benedetti. Muchos escritores y especialistas han señalado atinadamente los elementos valiosos de sus poemas, cuentos y ensayos. De esa cuenta, es poco lo que yo podrí­a agregar a la valoración de tan vasta obra. Por no ser crí­tico literario ni cosa parecida, mi juicio acerca de este distinguido escritor, es el producto de la lectura de sus obras, especialmente su narrativa, lectura que ha provocado en mi interior regocijo y emoción al descubrir en ellas maravillosos y profundos mensajes de amor, soledad, esperanza y sueños por cumplir.

Empero, en este momento lo que me interesa particularmente es referirme a su actividad y pensamiento polí­tico. Algunos autores ya han comentado algo al respecto, aunque creo que no suficientemente. Esto es entendible, pues su producción literaria es tan inmensa que ha ensombrecido un poco ese otro aspecto de su actividad intelectual.

Ubicado polí­ticamente en la izquierda, don Mario ha hecho una serie de comentarios y señalamientos que buscan la reivindicación del ser humano en general. Ha criticado fuertemente las polí­ticas neoliberales que no han producido más que pobreza y desigualdad en nuestras sociedades latinoamericanas. Este hecho, a mi juicio, ha revelado la naturaleza profundamente humana de don Mario, la cual también se refleja, naturalmente, en su literatura.

Aunque he leí­do algunas de sus obras narrativas y poemas, es su posición polí­tica la que más me ha atraí­do y por la que he llegado a admirarlo. Si bien no posee una fuerte formación teórica, en términos polí­ticos, su vocación humanista y su marcada sensibilidad de artista, le han permitido acercarse a la gente de carne y hueso y compartir con ellos sus preocupaciones y anhelos.

Su propia experiencia le permitió tal acercamiento. Ví­ctima injusta por decir lo que piensa sin dobleces ni eufemismos, vivió exiliado durante muchos años en diferentes paí­ses que le dieron cobijo y le estimularon a seguir con su producción literaria. Esta difí­cil experiencia le dotó de una profunda sensibilidad para sufrir los dolores de la condición del ser latinoamericano que es, en otras palabras, la condición de vivir en el continente más desigual del planeta.

Por eso sabí­a lo que era sufrir, sabí­a lo que significaba llevar una existencia desde la condición de ser marginado y explotado que es, al fin y al cabo, la condición de vivir en el sur de este continente. Estas certezas le dieron la fuerza necesaria para fustigar un sistema opresor, perverso en sí­ mismo, que deshumaniza y aliena al hombre. De ahí­ que su objetivo principal desde la esfera polí­tica haya sido promover la reivindicación del ser humano, alcanzar su emancipación de las cadenas alienantes del capitalismo.

Si bien el arte por sí­ mismo no transforma las condiciones materiales que enajenan al hombre, si ayudan a transformar su ser. Ninguna obra de arte ha detenido el avance voraz de los que dominan el mundo. Sin embargo, cuando la producción artí­stica va acompañada de una posición polí­tica reivindicativa, la obra despierta las conciencias de los seres humanos, haciéndolos más solidarios.

Esto es lo que hace que las grandes obras trasciendan su tiempo y que hablen un lenguaje universal. El verdadero arte lleva en su seno la esperanza de un mundo mejor, da aliento a aquellos hombres y mujeres que en su soledad buscan una respuesta que les motive a seguir luchando por las causas que consideran justas, lucha que le otorga un sentido a su existencia, ya de por sí­ precaria e incierta.

Por eso la obra literaria de don Mario Benedetti ya ha trascendido el tiempo y el espacio y mucho tiempo después seguirá enviando su mensaje de amor y justicia, su deseo por la realización de un mundo mejor, menos desigual y más digno.

Con la muerte de don Mario el mundo pesa menos, su ausencia se resiente. Ya no escucharemos su voz pausada y sabia. Sin embargo, nos queda el consuelo de sus poemas y narraciones y nos queda, sobre todo, la autoridad de su pensamiento polí­tico, que no es producto de la academia sino de la experiencia humana concreta, del dí­a a dí­a, de la lucha codo a codo con los más desposeí­dos. Esto es lo que vale, pues hace de su obra algo universal e imperecedera y de su persona, un imprescindible.

HOMBRE QUE MIRA MíS ALLí DE SUS NARICES


Hoy me despierto tosco y solitario

no tengo a nadie para dar mis quejas

nadie a quien echar mis culpas de quietud

sé que hoy me van a cerrar todas las puertas

y que no llegará cierta carta que espero

que habrá malas noticias en los diarios

que la que quiero no pensará en mí­

y lo que es mucho peor

que pensarán en mí­ los coroneles

que el mundo será un oscuro

paquete de angustias

que muchos otros aquí­ o en cualquier parte

se sentirán también toscos y solos

que el cielo se derrumbará

como un techo podrido

y hasta mi sombra

se burlará de mis confianzas

menos mal

que me conozco

menos mal que mañana

o a más tardar pasado

sé que despertaré alegre y solidario

con mi culpita bien lavada y planchada

y no solo se me abrirán las puertas

sino también las ventanas y las vidas

y la carta que espero llegará

y la leeré seis o siete veces

y las malas noticias de los diarios

no alcanzarán a cubrir las buenas nuevas

y la que quiero

pensará en mí­ hasta conmoverse

y lo que es muchí­simo mejor

los coroneles me echarán al olvido

y no solo yo muchos otros también

se sentirán solidarios y alegres

y a nadie le importará

que el cielo se derrumbe

y más de uno dirá que ya era hora

y mi sombra empezará a mirarme con respeto

será buena

tan buena la jornada

que desde ya

mi soledad se espanta

Mario Benedetti