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Bendigo las circunstancias difíciles, porque ellas son las manos amorosas que moldean mi carácter, y preparan el terreno en el cual se desarrollará la semilla de mi triunfo glorioso.
Bendigo las jornadas agotadoras, porque ellas son las alas que me elevan hacia las alturas de la grandeza interior, y me transportan por el horizonte del infinito bienestar.
Bendigo las lágrimas de dolor, porque ellas son las estrellas que iluminan mis pasos en la búsqueda de la felicidad, y el mapa celestial que me guía en mi ruta hacia la auténtica paz y alegría.
Bendigo los momentos de sufrimiento, porque ellos son los brazos que me mantienen de pie ante el destino, y evitan mi fatal caída en el fango del materialismo egoísta.
¡Bendita la adversidad, único camino seguro al triunfo!