Belice es nuestro


La generación a la que pertenezco inició su escolaridad durante los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Arbenz Guzmán, fuimos clara y determinantemente educados bajo el principio que «Belice es nuestro».

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Paulatinamente no sólo se ha deteriorado la educación, sino también se han diluido y perdido muchos de los valores y principios patrios. Preguntarle a un niño o a un adolescente hoy sobre Belice es colocarlo ante una nebulosa. La culpa indudablemente es de quienes han estado al frente del sistema educativo y no han sabido transmitir ideales y principios, han educado sin raí­ces, sin cimientos y ello es parte del deterioro social en que vivimos.

Que el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulsa, sugiera dirimir el conflicto ante la Corte Internacional de Justicia o ante un tribunal arbitral, es producto de la forma actual de resolver los conflictos de forma pací­fica, pero él como chileno sabe que existen aspectos nacionalistas como lo fue el Canal de Beagle que si no hubiera sido por la intervención directa de su santidad Juan Pablo II hubiera llevado a un conflicto armado entre Chile y Argentina.

El Ejecutivo está facultado para realizar las consultas que tiendan a resolver «la situación de los derechos de Guatemala respecto a Belice de conformidad con los intereses nacionales. Todo acuerdo definitivo debe ser sometido por el Congreso de la República al procedimiento de consulta popular».

El haber establecido relaciones diplomáticas vulneró la Constitución que solo le permite al gobierno «promover las relaciones sociales, económicas y culturales con la población de Belice». Esto es una responsabilidad legal pendiente que no pueden evitar el gobierno y los funcionarios que establecieron las relaciones mismas.

Heredado del gobierno de Arzú, nuestra administración continuó la polí­tica del canciller Stein de buscar de forma amistosa y negociada un acuerdo que nos permitiera recuperar parte del territorio que domina Belice. Recordemos que históricamente Inglaterra tení­a una concesión española para cortar madera, con la prohibición de establecer cualquier asentamiento humano, la que fue ampliada, pero que nunca incluyó la totalidad del territorio que ostenta Belice. Por ello, la diferencia territorial.

Con la intervención amistosa de la OEA, el jamaiquino y el norteamericano que integraban la comisión trataron que Alfonso y yo aceptáramos una solución y no se me olvida el ladino argumento utilizado: «Presidente usted pasará a la historia si acepta y firma este entendimiento», argumentaron.

Concluida la presentación, el Presidente me preguntó mi opinión y sin vacilar le dije: «El Presidente de Guatemala que suscriba y acepte la sugerencia que le proponen sin recuperación territorial pasará a la historia, pero como un traidor que no supo defender lo que legí­timamente le corresponde a Guatemala».

El próximo gobierno puede aceptar dirimir el conflicto siempre y cuando observe la Constitución, le sugiero que lo dirima una comisión arbitral que presida el Santo Padre, porque si bien la Corte Internacional de Justicia es una alternativa, no tendrí­a nunca el mismo peso moral que un laudo arbitral proveniente de la Santa Sede, especialmente con el pueblo de Guatemala que es cristiano católico o evangélico.