Once días después de la renuncia de Yves Leterme, Bélgica se dotó hoy de un nuevo gobierno liderado por el cristiano-demócrata flamenco Herman Van Rompuy, quien tendrá la dura misión de comandar a un país envuelto en una grave crisis política y económica.

El rey de los belgas Alberto II nombró a Van Rompuy nuevo primer ministro tras un acuerdo alcanzado entre los cinco partidos de la coalición en el poder, indicó el Palacio Real.
«El rey ha recibido en audiencia esta tarde en el Castillo de Laeken a Herman Van Rompuy y lo ha nombrado primer ministro», afirmó un comunicado oficial.
El equipo de Van Rompuy, hasta ahora presidente de la cámara de diputados, prestó juramento ante el rey por la tarde.
Alberto II había encargado el domingo a Van Rompuy formar gobierno tras la renuncia el 19 de diciembre de Yves Leterme, acusado de haber presionado a la justicia para que convalidara el plan de rescate financiero del banco belgo-holandés Fortis.
Las negociaciones para formar ese nuevo gobierno, iniciadas ayer, concluyeron rápidamente hoy y según el acuerdo alcanzado el cristiano-demócrata flamenco Guido De Padt fue designado nuevo ministro del Interior y el liberal también flamenco Patrick Dewael será nombrado presidente de la cámara de diputados.
En cuanto al puesto de ministro de Justicia, vacante tras la renuncia de Jo Vandeurzen el 19 de diciembre junto con Leterme, es ocupado ahora por el cristiano-demócrata flamenco Stefaan De Clerck.
El nuevo gobierno tenía previsto celebrar su primera reunión de gabinete el martes por la noche y Van Rompuy hará el mismo miércoles su declaración de política general en la cámara de diputados.
El nuevo primer ministro tendrá difíciles misiones por delante, en particular la adopción del presupuesto 2009 y la aplicación de un plan de reactivación económica.
En efecto, pese al anuncio del rápido nombramiento de un primer ministro tras el escándalo «Fortisgate», los últimos días pusieron de manifiesto nuevamente las tensiones existentes en Bélgica.
Los partidos que representan las principales comunidades lingí¼ísticas del país -los flamencos de Flandes y los francófonos de Bruselas y Valonia- se enfrentan desde hace un año y medio debido a la petición de más autonomía de los primeros.
Este conflicto ha reactivado los temores de que el reino belga se divida.
Las citas electorales de junio de 2009 -comicios europeos y regionales- agravan la situación al empujar a liberales, socialistas y democristianos de ambas comunidades a nuevas maniobras políticas para evitar un avance de los extremistas.
En ese sentido, la llegada a la cabeza del gobierno de un hombre de consenso como Van Rompuy -considerado un «sabio» de la política belga- podría servir para distender las relaciones.
El cristiano-demócrata flamenco Herman Van Rompuy, nuevo primer ministro belga desde hoy, es considerado un político moderado y abierto al diálogo para tratar de solucionar el conflicto que enfrenta a su comunidad del norte del país con los francófonos.
Van Rompuy, un católico practicante de 61 años, aceptó el cargo con reticencias, tras la renuncia de su copartidario Yves Leterme el 19 de diciembre, que dejó al país envuelto en una nueva crisis política en medio de la grave situación económica mundial que afecta con dureza a Bélgica.
«Ya me vi enfrentado a esta situación en 1994. Tampoco lo deseaba en aquel momento. No he cambiado en 15 años. Digo que la política no lo es todo en la vida», declaró recientemente este intelectual más bien austero y con un reconocido sentido del humor.
Apreciado por el rey Alberto II, que ya le había encargado en 2007 una misión para superar las diferencias entre flamencos y francófonos, Van Rompuy aparece como un moderado en esta cuestión clave de la política belga.
En ese sentido, los analistas creen que este político que ha hecho toda su carrera en el seno del Partido Cristiano-Demócrata (CDV) de Flandes podría distender las relaciones de las dos grandes comunidades lingí¼ísticas nacionales antes de las elecciones regionales de junio, en las que se teme un repunte de los extremistas flamencos.
El carácter reservado de quien era hasta ahora presidente de la cámara de diputados contrasta con la vehemencia de su hermano menor, también legislador cristiano-demócrata.
«Yo soy más bien el hombre de acción y él es más cerebral», confió Eric Van Rompuy, que milita activamente por la polémica división de la circunscripción electoral de Bruselas-Vilvoorde, de modo a recortar los derechos electorales y judiciales específicos acordados a los francófonos que viven en la periferia flamenca de la capital belga.
Este expediente, denominado «BHV», es uno de los ejes de la crisis política entre flamencos y francófonos de Bélgica y volverá a estar en el tapete en 2009.
Herman Van Rompuy también es partidario de la división de «BHV», aunque es francófilo y está dispuesto a un compromiso, lo que hace que sea percibido como menos radical que su antecesor Yves Leterme.
Como experiencia gubernamental, Van Rompuy tiene en su haber un ministerio de Presupuesto en el gabinete del cristiano-demócrata Jean-Luc Dehaene entre 1993 y 1999.