Bélgica tomó hoy el relevo de España al frente de la Presidencia rotativa de la UE con el cometido de enfrentar la crisis económica, pero su gobierno interino deberá asegurarse antes que nada de que las divisiones que ponen en riesgo la unidad del reino no traigan más problemas al bloque.
El gobierno en funciones del democristiano flamenco Yves Leterme asumió el liderazgo de los 27 mientras en casa las dos grandes comunidades belgas, flamencos y valones francófonos, buscan formar un gabinete de coalición tras los comicios legislativos del 13 de junio, que no es esperado antes de octubre.
El reino atraviesa una de sus peores crisis políticas después de que en las urnas los independentistas lograran un triunfo sin precedentes en la región de Flandes (norte), acrecentando los temores en Valonia (sur) de que sus compatriotas han emprendido el camino hacia la escisión.
A falta de partidos federales, un puñado de formaciones regionales flamencas y valonas tratan de buscar la fórmula de convivencia en el poder que garantice una cierta estabilidad durante el máximo periodo posible.
Los independentistas flamencos estarán dentro de esa coalición, pero su líder, Bart de Wever, ha asegurado que la partición de Bélgica no es su objetivo inmediato.
Entre tanto, el gobierno de Leterme, que se desmoronó en abril con la deserción de uno de sus socios de coalición, se encargará de los asuntos corrientes del reino y de pilotar la presidencia semestral de la Unión Europea (UE).
«Independientemente de quien esté a la cabeza del gobierno federal, no hay duda alguna de que Bélgica está preparada» para su semestre europeo, declaró el primer ministro en funciones.
Su ministro de Finanzas, Didier Reynders, indicó empero que sería preferible para la estabilidad de la UE mantener al gobierno dimisionario hasta el fin de la presidencia, el 31 de diciembre.
«Para Europa sería mejor que las cosas continuaran como están» hasta diciembre, señaló en una entrevista Reynders, estimando no obstante que para Bélgica «cuanto antes haya un gobierno, mejor».
Tras las elecciones de 2007, se tardó nueve meses en formar un ejecutivo y elegir al primer ministro Leterme, quien desde entonces dimitió tres veces.
Con el fin de no provocar ninguna crisis suplementaria en el seno de la UE, enfrentada a su peor crisis económica y presupuestaria de los últimos 50 años, Leterme ha admitido que buscará adoptar una postura «modesta», enfundándose en un traje de «facilitador» de compromisos entre los 27.
El programa de la presidencia belga no persigue por tanto acometer grandes proyectos, aunque destaca la idea de hacer avanzar la formación de un gobierno económico europeo, que coordine las políticas nacionales con el fin de evitar nuevas crisis como la actual.
Ante los temores de que la crisis salpique la UE, cuyas instituciones se encuentran además en Bruselas, la capital belga, los responsables europeos han mostrado su confianza en el gobierno en funciones.
«Estamos convencidos de que Bélgica puede hacer frente a este desafío y tener una presidencia eficaz y ambiciosa», declaró recientemente una portavoz de la Comisión Europea.
Otros, en cambio, no han escondido su escepticismo: la inestabilidad en Bélgica «no es una buena señal en momentos en que debemos gestionar la crisis financiera, las dificultades presupuestarias o la lucha contra el cambio climático», resumió el eurodiputado socialista alemán Jo Leinen.