Como ya se volvió costumbre, las opiniones que escribo no me son publicadas en la mayoría de medios, más o menos me publican una de cada 30, pero hay algunas que sí hay  posibilidad de que las publiquen, y es el blog de la Revista La Razón, salvo que interfiriera con algunos otros planes, entonces no lo harían. Pero aunque no me sea publicada yo la guardo para que cuando se descubra lo sucio que se está dando en esta dura contienda de corrupción y de asesinatos y la lucha por el control del Gobierno por las bandas de narcotraficantes, entonces me podré jactar de decir: yo lo dije y no me lo creyeron y creyendo que era una calumnia no la publicaron tales y tales diarios.
«Todos lo vemos como un ministro destituido por corrupto o porque permitió la corrupción, un jefe de la PNC destituido con otros dos subalternos, una denuncia de sicarios incrustados en la PNC contratados por una ex jefa que fue pasada a viceministra, un jefe del Ministerio Público que no acciona contra el ex ministro Argueta, etc. La interrogante es: ¿Son hechos aislados o todos son parte de la misma trama?
Para saberlo hay que remontarse a un mes antes de la captura de los sicarios que asesinaron a Rosenberg, que muchos eran policías. Curiosamente en esos días el presidente Colom declara que cuando capturen a los asesinos de Rosenberg se va a demostrar que está limpio. ¿Cómo sabía de la posible captura? Habiendo policías implicados unos de alta y otros de baja, era lógico que se pensara en la implicación de la jefa de policía, Blanco Lapola.
Curiosamente es removida, como quien dice alejarla de toda sospecha de que tuviera relación con los policías sicarios. Pero no es removida para irse a su casa, es removida para colocarla como viceministra, como quien dice para que no esté tan lejos que pierda el control, ni tan cerca que se vaya a quemar. Capturados los sicarios, Castresana haciendo el papel de juez exime al presidente del asesinato de Rosenberg y todo queda en paz, pues todos salen limpios.
Se viene el problema de la gasolina de la PNC, hay una repartidera de dinero, el Presidente sale apoyando al ministro y todo queda calmado. Posiblemente todo hubiera quedado allí, pero Cuevas apoyado por Velásquez echa toda esa tranquilidad por tierra y le dan parte al presidente que la ex jefa de la PNC había dejado organizado un escuadrón de sicariato de esa banda de nacidos para matar que existía en la policía y quienes eran los responsables de su existencia.
La reacción del Presidente fue coordinar para que fueran a dar la información a la CICIG, supuestamente para que iniciara la investigación. Aquí se acabó el apoyo del Presidente hacia el Ministro de Gobernación y le empiezan nuevamente con lo de la gasolina como justificación para su despido. Ministro y viceministro conociendo las razones reales de su despido, por bocones, no se quedaron callados y dieron al público la primicia que era exclusiva del Presidente y de Castresana. Es tan complicada la trama, que hasta pareciera que Castresana está implicado, pues primero sale declarando en forma desdeñosa que le habían pasado una información y cuando vio que tenía el control de la situación, dio la estocada final diciendo que la información de Cuevas y Velásquez, no servía.
Un día después de nombrado el nuevo ministro para que no se siguiera con las especulaciones de las declaraciones de Cuevas y que éstas pasaran a segundo plano, se da la captura del jefe de la PNC, el señor Gómez, y aquí se han concentrado todas las baterías, para que se olvide todo. Que el sicariato sea como plato de segunda mesa y que sólo se hable de la destitución del jefe de policía. Yo no sé que dirá el lector, pero todo lleva un orden tan matemático que sólo se pudo dar si hubiera sido planificado.»