Barbuchí­n, Mafalda y el Pato Donald


Leí­ ayer, en la Revista Domingo, que Barbuchí­n ha cumplido 50 años de publicarse y recordé dos referentes de la cultura mundial, relacionada con las «historietas» o los «comics»: el mundialmente aplaudido Pato Donald, quien cumpliera 70 años en junio pasado y Mafalda, la argentina más famosa, a quien le erigieron una estatua.

Ramiro Mac Donald
http://ramiromacdonald.blogspot.es/

Don Daniel Armas, ex director del colegio Lhensen, escribió Barbuchí­n hace 68 años, informó su hija Edith. Yo recuerdo que estudié con Barbuchí­n mis primeras letras, y aquel viejito enano de pelo blanco, con sombrero de pico color rojo, que se escondí­a tras los hongos, estimuló mi imaginación. Pero nunca más lo volví­ a ver… hasta ayer.

En cambio, al pato Donald, de quien mis amigos preguntaban (en son de burla) si era mi primo por el apellido, me lo seguí­ topando a cada rato, en toda la adolescencia. A donde iba, se aparecí­a, ya fuera impreso, o en la televisión, todas las tardes, como un fenómeno industrial de comunicación masiva de ese siglo XX que repetirí­a ese formato exitoso, en todos sus géneros. Y el esquema tipo historieta seriada, consolidó a la industria cultural norteamericana en todo el planeta.

Y en todo el mundo cantaron «Happy Birthday», porque Donald, en junio cumplió 70 años. ¿Y, a Barbuchí­n?… el didáctico personaje que nos permitió descubrir el amor por la lectura, estimulando fantasí­a y creatividad de juventudes guatemaltecas, nadie le ha celebrado sus valiosas acciones. Es más, si no hubiera sido por ese reportaje de Roberto Villalobos, Revista Domingo No. 276, de ayer, hubiera pasado desapercibido este acontecimiento.

Fue todo lo contrario con Mafalda, ese extraordinario icono de la tira cómica de Quino, su verdadero nombre: Joaquí­n Salvador Lavado. A Mafalda le hicieron una estatua en el barrio San Telmo, donde vivió durante los años sesentas. Este homenaje doble, al creador y al personaje, fue para iniciar la conmemoración el bicentenario, en Argentina.

Excelente iniciativa, la aplaudo efusivamente, porque ambos representan a la conciencia crí­tica de la América Latina. Esa tira cómica nos hizo pensar a varias generaciones y en forma de cuento, de chiste, de alegre comicidad; nos concienzó, como hoy se dice.

En tanto, parafraseando a Armand Mattelart (1972: 157), Para Leer al Pato Donald: «?estas historietas son recibidas por los pueblos subdesarrollados como una manifestación plagiada del modo en el que se les insta a que vivan y el modo en que efectivamente se representan sus relaciones con el polo central? (representan) la división del mundo en espí­ritu y materia, ciudad y campo; en metropolitano y buen salvaje, en padre y niño, en autoridad y sumisión, en riqueza merecida y pobreza igualmente merecida? porque Disney construye su fantasí­a imitando subconscientemente el modo en el que el sistema capitalista mundial construyó la realidad y tal como desea seguir armándola…»

¿Y a nuestro querido Barbuchí­n?, ¿y al extraordinario pedagogo Daniel Armas? qué adecuado homenaje le vamos a realizar los guatemaltecos?