El aumento de la barbarie en Guatemala está llegando al extremos que no podemos aceptar y que nos deben obligar como sociedad a hacer un efectivo alto en el camino para actuar en defensa del derecho elemental a la vida y a la protección de los niños que ahora se convierten en víctimas de los más brutales crímenes como los que ayer le costaron la vida a dos niñitas que fueron sustraídas de su hogar y que han de haber presenciado momentos violentísimos, tanto así que una de ellas se aferró a un Rosario de plástico para rezar ante el peligro que intuyó.
Todas las sociedades se conmueven con crímenes que afectan a sus niños. Los guatemaltecos hemos visto una cadena interminable de crímenes brutales contra niños y nuestra indignación no dura ni un día porque como cada jornada trae su propio afán, olvidamos rápidamente nuestro dolor y nos hemos vuelto insensibles ante hechos como éstos. Por ello es que La Hora ha sido tan insistente en todos los casos que afectan a los niños, porque de una u otra manera tenemos que mantener el dedo en la llaga de manera que no haya personas a las que les importe un pepino lo que está ocurriendo a tanto menor de edad.
Ha sido tan constante nuestro baño de sangre y durante tantos años que hemos perdido la capacidad de conmovernos y, por supuesto, de reaccionar. A lo mejor un caso como el crimen de ayer nos puede indignar por un rato, pero mañana cada quien volverá a su ritmo diario de actividades y no tendremos más tiempo para pensar en lo que pasó, menos para reclamar justicia y para exigir al Estado que cumpla con su deber de garantizar la vida de los habitantes de la República y especialmente de los más indefensos.
Indudablemente es una situación muy difícil y no es fácil encontrar camino para una reacción colectiva, pero eso no puede ser la excusa para no hacer nada. Lo peor que nos puede pasar es permanecer indiferentes, ignorar el sufrimiento de pequeños que viven esos momentos de angustia inexplicables, indescriptibles, sin que tanto drama, tanto dolor y tanta saña sirvan para provocar una reacción colectiva y sostenida.
No podemos dejar que nos domine el salvajismo que se está imponiendo al punto de que ahora se habla de que ha bajado el número de crímenes pero ha aumentado notablemente la saña de los que se cometen. Hemos visto en los últimos tiempos casos tremendos, desgarradores y espeluznantes que deben sacudir la conciencia de las autoridades y de los gobernados para empezar a buscar rutas que nos permitan enfrentar la barbarie.
Minutero:
Dos niñas asesinadas
con lujo de brutalidad
nos demuestran cuán dañadas
están las raíces de nuestra sociedad