Bárbara de Rybar


Grecia Aguilera
RELIEVES

En el mes de enero de 2007 transmigró a la naturaleza para convertirse en orquí­dea, tulipán o mariposa. Recuerdo cuando invitaba a mi señora madre Marí­a del Mar a tomar un refrigerio en su hermosa casa de la zona 10. «Marí­a del Mar ¿puede venir esta tarde…?» Inmediatamente solicitaba a mi madre si podí­a acompañarla. Entrar a la residencia de los Rybar era vivificante, el ambiente rebosaba de hermandad y alegrí­a. El jardí­n me impresionaba, parecí­a un vergel. Pero sobre todo lo más interesante era el conocimiento y la experiencia que Bárbara de Rybar poseí­a, y que demostraba en sus didácticas conversaciones. La primera vez que tuve el honor de estar en su residencia, cuando tení­a nueve años, me preguntó qué deseaba tomar, si algún refresco o agua gaseosa. «Un café», dije. Ella respondió rápidamente: «Los niños y niñas no toman café», pero yo insistí­. Gentilmente agregó, «yo sé preparar un café muy especial que sí­ pueden tomar los niños y niñas. ¿Qué te parece…?» Sentí­ emoción y una gran curiosidad por saber cuál era ese misterioso brebaje que sí­ podí­a tomar. Así­ que acepté la exclusiva bebida. Al momento pasamos a una habitación muy confortable. ¡Sorpresa!: el café especial aguardaba en una taza muy original, de inmediato me di cuenta que era un exquisito café con leche evaporada. Lo disfruté mucho y nunca se me olvidó ese detalle que tuvo para conmigo. Bárbara de Rybar, esposa del reconocido empresario Jorge Rybar, fundador de la prestigiosa Fábrica Guateplast, industria de productos plásticos de alta calidad, fue siempre una mujer original y emprendedora que luchó contra el tiempo, el dolor y la amargura del aterrador Holocausto. Bárbara resurgió de las cenizas como el Ave Fénix, con valentí­a, temple y fortaleza, convirtiéndose en un verdadero ejemplo de amor y justicia. Marí­a del Mar escribió: «Con profunda admiración y respeto evocamos su ejemplo, su titánica lucha por borrar el martirio, el suplicio al que fue sometida, al igual que millones de seres humanos, por el horror escalofriante de las atrocidades ejecutadas durante la Segunda Guerra Mundial. Este genocidio le marcó un alto en el camino de su virtuosa adolescencia; el ventarrón criminal del Holocausto arrasó con su comunidad húngara-judí­a en aquel asilo cadavérico de muerte y tortura del campo de concentración de Auschwitz. Un milagro le dio paso a la libertad.» Bárbara amaba la lectura; uno sus personajes preferidos fue el forjador de la victoria contra el nazismo racista, Sir Winston Churchill, hombre macrocósmico, que desde su retiro continuaba iluminando al mundo con su ejemplo. Bárbara pensaba que era necesario que se produjera un entendimiento entre los seres humanos, quienes deberí­an ser translúcidos y diáfanos, por lo que en algún momento de su vida escribió: «Somos como una ventana con cortinas pesadas, que no permiten que el sol penetre. Pero si renovamos la cortina pesada y dejamos una tela transparente, el sol se filtrará e iluminará a través de la cortina; así­ es con el hombre». Es mi deseo dedicar este artí­culo a Susan, Tommy y Karin, sus queridos hijos que han sabido continuar en el camino del bien, de la sabidurí­a y el amor, y en especial a su nieta Orly Michaeli, quien heredó de Bárbara la sensibilidad, la pasión y el sentimiento para amar la lectura, y así­ llegar a ser una excelente escritora. Como un homenaje a Bárbara de Rybar he escrito el siguiente poema: Melodí­as antiguas/resuenan en los valles/ el viento refleja su eco/ en el cristal de las aguas./ Emerge el alba/ energí­a espiritual/ sea la sombra redimida/ sea luz el invierno./Mirí­adas de estrellas/ surgen como el rocí­o/ armoní­a sideral/ crisálida diamantina/ heredera del tiempo/ en mágicas constelaciones.