Bamiyan sigue revelando sus secretos


Las excavaciones sobre los monasterios de Bamiyan y los niños donde estuvieron los Budas de 174 pies de tamaño, los cuales fueron destruidos.

«Lo encontramos», grita el arqueólogo afgano Anwar Jan Fayez, al salir del foso cavado al pie de los acantilados de arenisca donde otrora se encontraban los Budas gigantes de Bamiyan, luego de descubrir una nueva estatua, mucho más pequeña.


Un hombre monta su bicicleta sobre la parte antigua de Bamiyan, en donde, a pesar de la destrucción de los Budas gigantes, aún se conserva la riqueza arqueológica.

En septiembre pasado, más de siete años después de la destrucción de las estatuas, dinamitadas en 2001 por los talibanes, un equipo franco-afgano encontró restos de ese Buda de 19 metros de largo en este célebre lugar del centro de Afganistán.

Hace varios años que este equipo dirigido por el arqueólogo francés de origen afgano Zemaryalai Tarzi busca al misterioso «buda acostado», de 300 metros de largo, que supuestamente está enterrado al pie del acantilado, según los escritos de un peregrino chino, Huan Tsang, que data del siglo VII.

Aunque este último descubrimiento es mucho más modesto, causó gran emoción en el valle, dominado por el extraño espectáculo de dos las grutas actualmente vací­as.

«Fue un gran momento cuando surgieron las primera señales. De esa manera fueron recompensados años de esfuerzo», recordó Anwar Jan Fayez.

Tarzi comenzó a estudiar el terreno hace casi 30 años. Los años de guerra, y luego los del régimen talibán, entre 1996 y 2001, interrumpieron sus excavaciones.

En marzo de 2001, a pesar de los ruegos del mundo entero, los talibanes destruyeron con explosivos las dos estatuas de 55 y 38 metros de altura, durante su campaña para eliminar toda representación humana.

Después de la caí­da del régimen, a fines de 2001, Zemaryalai Tarzi y su equipo regresaron a Afganistán, decididos a continuar su búsqueda del tercer Buda.

En ese lugar encontraron los restos de una estatua desconocida –un dedo pulgar, un í­ndice, la palma de una mano, trozos de brazos y de cuerpos– así­ como el lecho donde reposaba ese Buda.

«Es el descubrimiento más significativo que hemos hecho hasta la fecha», destacó Abdul Hameed Jalia, el director de los monumentos y sitios históricos de la provincia.

«De acuerdo con los diversos trozos encontrados, podemos decir que la estatua parece medir 19 metros», explicó el arqueólogo.

Tarzi indicó por correo que tiene intenciones de regresar el verano (boreal) próximo a Afganistán para continuar su búsqueda.

Su equipo está más convencido que nunca de la existencia del «Buda acostado». Ha descubierto lo que parecen ser los restos de un complejo que habrí­a conducido a la estatua, construido bajo un trecho de acantilado, entre los dos nichos ahora desnudos.

Equipos afganos, japoneses y alemanes se esfuerzan mientras tanto por estabilizar el acantilado.

Bamiyan, una región habitada por musulmanes chiitas de la etnia hazara, es actualmente un oasis de relativa calma, lo que ayuda al trabajo de los arqueólogos.

Pero en este paí­s que sigue afectado por la inestabilidad es difí­cil llevar adelante los proyectos de reconstrucción, a pesar de que la Unesco incluyó al sitio de Bamiyan en su lista del Patrimonio de la Humanidad en 2003.

«Ese es el deseo de los habitantes de Bamiyan, que al menos una de las dos estatuas sea reconstruida», señaló Habiba Sorabi, la gobernadora de la provincia.

La reconstrucción de los Budas podrí­a fomentar una actividad turí­stica en esta misérrima región, a 200 km al noroeste de Kabul, agregó Sorabi.

«Lamentablemente, el gobierno no quiere ocuparse de eso», protestó Sorabi, la única mujer gobernadora de una provincia afgana. «Es una vergí¼enza», agregó.

En marzo de 2001, a pesar de los ruegos del mundo entero, los talibanes destruyeron con explosivos las dos estatuas de 55 y 38 metros de altura, durante su campaña para eliminar toda representación humana.