Rodada mientras la guerra azotaba el sur de Líbano, con dos actores en el corazón del conflicto, «Bajo las bombas» es una producción cinematográfica árabe-europea lista para conmemorar el primer aniversario del cese de los combates en el verano (boreal) de 2006.
La película recoge en sus 90 minutos la odisea de la chiita Zeina (personificada por Nada Abu Farhat) que busca desesperadamente a su hijo que dejó en casa de su hermana, en un pueblo del sur de Líbano.
Ambos desaparecen durante los 33 días que duró la guerra entre Israel y el movimiento chiita libanés Hezbolá, del 12 de julio al 14 de agosto de 2006.
Zeina se desplaza a través de las ruinas y los centros de acogida de los desplazados acompañada por Tony (el actor Georges Jabbaz), que da vida a un taxista cristiano que accede a acompañar a la mujer después de que ésta llega a Beirut.
El director franco-libanés Philippe Aractingi rodó la película en plena guerra, a partir del 21 de julio y en varias etapas porque era «demasiado duro», confesó a la AFP.
Aractingi montaba paralelamente, «en un estado de tensión permanente, sin dormir».
«Montábamos las escenas para ver lo que íbamos a hacer» en esa película, cuyo coste final ha sido de 1,5 millones de euros, esencialmente producida por la empresa Capa Cinema con la participación de la cadena televisiva franco-alemana Arte.
Aractingi, de 43 años, es autor de unas 40 obras entre documentales y largometrajes de gran éxito en el mundo árabe como el titulado «Autobús» (de 2006), sobre la reconciliación en Líbano tras 17 años de guerra civil.
En «Bajo las bombas», el director hizo «una película al contrario, sin guión», según explicó.
Porque pese a que el hilo conductor de la historia estaba en su cabeza, lo visto y lo vivido en directo fue su única guía.
«Hicimos lo que encontramos», dijo al precisar que sólo posteriormente escribió el guión con el guionista y director franco-estadounidense Michel Leviant.
«Hay una mezcla entre lo verdadero y lo falso», añadió.
En la película, Zeina busca al llegar a Beirut por barco un chófer que la lleve al sur, escenario de la guerra, entre las decenas de taxistas reales que había en el puerto de la capital libanesa.
Esos taxistas le responden naturalmente, sin mirar a la cámara: «Nadie te llevará allí. Es demasiado peligroso». Sólo entonces, Tony, su chófer en la película, hace su aparición.
Aractingi recoge el testimonio de Alí, un niño real libanés de once años, que se convierte en el último en haber visto con vida el hijo ficticio de Zeina.
A ésta le anunciará la muerte de su hijo y de su hermana una de las muchas mujeres vestidas con el chador negro chiita de los pueblos sureños libaneses y con la misma expresión habitual en esa zona.
«Tu hermana está en el paraíso, no la llores. Se convirtió en mártir», le dice la desconocida, que no es una actriz sino una víctima del conflicto.
El taxista Tony, por su parte, sueña con emigrar a Alemania para reunirse con su hermano, un ex miembro del Ejército del Sur del Líbano (ESL) que emigró a Israel en 2000 tras la retirada de las tropas israelíes de la zona.
El Estado hebreo creó el ESL para garantizar la seguridad de su frontera norte.
La introducción del ESL en la película «da una dimensión humana al Otro (Israel). Es mi forma de comunicar con ese Otro que yo sólo conocía a través de sus aviones», explicó el director en referencia a los bombardeos aéreos perpetrados por Israel durante el conflicto de 2006.
Aractingi desea que su película se proyecte también en Israel porque, como afirmó, su filme «no es político» y, además, «nada se arreglará con el rechazo del otro».
«No he querido mostrar muertos. Ya vimos demasiados», añadió al precisar que, «por ellos se hizo la película: para contar el sufrimiento de los inocentes».