El crecimiento japonés en el tercer trimestre fue revisado fuertemente a la baja y las inversiones de empresas disminuyeron en octubre, reactivando los temores de un frenazo de la segunda economía mundial.
Según estadísticas oficiales publicadas hoy, en el trimestre de julio a septiembre el PIB sólo aumentó en ritmo anual 0,8%, una cifra muy inferior al crecimiento de 2% estimado inicialmente.
Aunque fue confirmada la contribución positiva del comercio exterior, las inversiones en capital de las empresas fueron menores de lo anunciado en un primer momento. Además, el consumo de las familias fue más bajo de lo previsto.
Estas estadísticas se suman a otras decepcionantes cifras de octubre, como la décima baja mensual consecutiva del consumo de familias y, sobre todo, un alza de los precios de solamente 0,1%, lo que vuelve a colocar a Japón a las puertas de la deflación.
El gobierno afirmó sin embargo que estas malas noticias no amenazan la buena salud de la economía nipona, que vive actualmente su más largo período de expansión desde la Segunda Guerra Mundial.
No tememos una interrupción de la recuperación económica, afirmó la ministra de Política Económica y Presupuestaria, Hiroko Ota.
Pero la revisión a la baja del crecimiento del PIB decepcionó a los operadores en la bolsa de Tokio, donde el índice Nikkei terminó hoy en baja de 0,34%.
Los economistas, que habían considerado demasiado optimista la primera estimación de crecimiento del 14 de noviembre, no se declararon sorprendidos.
Los profundos cambios en la historia del PIB japonés dan a entender que la reciente recuperación es mucho más débil de lo que se creía inicialmente, comentó Richard Jerram, economista de Macquarie Securities.
Tras una máxima en el primer trimestre de 2006, el PIB tiende a ralentizar su progresión, debido a una débil demanda privada, constató Akira Maekawa, economista de UBS, quien prevé que el crecimiento seguirá siendo modesto por el momento, debido al futuro freno de las exportaciones y de la inversión.
Jerram aconseja sin embargo no tomar demasiado en serio las cifras del PIB, ya que están continuamente siendo revisadas, y no tienen la reputación de reflejar correctamente los fundamentos de la economía, que son más sólidos de lo que sugieren las estadísticas.