Marwan, un taximetrista sunita, estaba apurado ese día y para evitar un embotellamiento de tránsito en una avenida del barrio mixto de Al Yihad (oeste de Bagdad) quiso acortar camino atravesando una calle habitada por chiítas, pero esa imprudencia le costó la vida.
Secuestrado por milicianos, este padre de familia de 32 años fue encontrado dos días más tarde, asesinado de un balazo en la cabeza, en una calle desierta y polvorienta de Al Yihad.
Su cuerpo desarticulado tenía las dos rodillas rotas, con agujeros hechos con taladros eléctricos en las rótulas.
«Marwan se encontró bloqueado por un retén del ejército del Mahdi», la poderosa milicia chiíta del jefe radical Moqtada Sadr, dijo Alí, su amigo de infancia.
Decenas de habitantes de Bagdad son así secuestrados diariamente en las calles de la capital al salir de sus casas, en el trabajo, o al encontrarse por casualidad en el lugar equivocado y en un mal momento.
Sus cadáveres son encontrados al borde de un camino o en un terreno baldío, las manos atadas en la espalda con cables eléctricos.
Esta violencia ordinaria omnipresente afecta exclusivamente a los civiles y ha transformado la vida cotidiana de los habitantes de Bagdad. Cada familia tiene su historia, casi siempre la misma: un hermano, un padre, un primo que desaparece sin ninguna explicación.
La ayuda de la policía, sospechosa de complicidad con los secuestradores, rara vez es solicitada. Por cuenta propia y con sus propios riesgos, las familias no tienen otra solución que recorrer las morgues.
En los casos más afortunados, un corresponsal anónimo que utiliza el teléfono móvil del desaparecido reclama el pago de un rescate, generalmente unas decenas de miles de dólares. Según sus medios, la familia paga, para recuperar en algunos casos sólo un cadáver.
A menudo, estos cadáveres muestra señales de torturas o atroces mutilaciones: agujeros hechos con un taladro eléctrico en la espalda y las piernas, quemaduras con ácido, dedos cortados o hachazos.
El taladro eléctrico es la firma del ejército del Mahdi, la decapitación es la especialidad de los extremistas sunitas.
«Siempre con el mismo modo de operación, el secuestro es practicado igualmente por los grupos armados de ambos bandos», constató la ONU en su último informe sobre los derechos humanos, en el que estima que un promedio de 94 civiles iraquíes fueron asesinados cotidianamente en 2006.
Estos secuestros apuntan primero a «la intimidación de las poblaciones en la lucha entre milicias chiítas e insurgentes sunitas por el control de los barrios de Bagdad», explica dicho informe.
En el caso de las milicias chiítas, también son una respuesta a los atentados cometidos en las zonas chiítas por los «takfiris» (extremistas sunitas) y sus aliados de Al-Qaeda.
«El fenómeno no es nuevo. Los secuestros comenzaron desde la caída de Saddam Hussein en 2003», explica una fuente de la seguridad occidental.