El regalo que el Gobierno dispuso ampliar a los empresarios de buses, que ya se venían beneficiando con un subsidio que no les obliga a nada y que es un auténtico despilfarro, nos confirma que el presidente Colom tiene muy malos asesores puesto que no hay que ser genio para darse cuenta que nunca vamos a tener un mejor sistema de transporte si la solución se mantiene en tirar el dinero a la basura.
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En efecto, si usted fuera propietario de un bus urbano, lo mismo recibe si su unidad es chatarra o si la misma es recién salida de la agencia. Si recibe lo mismo en ambos casos, puede imaginarse que exista un empresario tan baboso como para decidir que invertirá su dinero en adquirir un nuevo bus para ofrecer un servicio mejor y más seguro a los usuarios. Siempre he dicho que los dueños de buses no son realmente empresarios porque no administran su negocio como tales, pero eso no significa que sean tarugos que no se percatan de la ventaja que les representa recibir dinero aunque sus unidades se estén destartalando en cada recorrido y sean un riesgo para los mismos pasajeros.
En la economía todos actuamos con base en incentivos y no existe ningún incentivo para mejorar el servicio cuando el Estado decidió hace muchos años repartir dinero sin control ni mucho menos condiciones a los dueños de autobuses. Obviamente en esas condiciones lo que el dueño de bus necesita es tener un armatoste con seis llantas lisas que pueda circular al menos unos cuantos días en el mes para que aparezca en los poco confiables registros y con eso se embolsa el monto correspondiente al subsidio. Desde el punto de vista económico es una verdad decir que mientras más viejo y destartalado esté un bus, mayor rentabilidad significa para el «empresario» que a final del mes tiene que ir a Finanzas a firmar la recepción del subsidio que graciosamente fue incrementado ahora por el Gobierno a instancias del flamante ministro de Comunicaciones que, por lo visto, es tan empresario como los señores autobuseros.
Porque nadie que se precie de tener elemental sentido común, no digamos de elemental conocimiento de administración, podría recomendarle al Presidente que haga la barbaridad de seguir tirando el dinero sin ningún tipo de control o supervisión y, lo peor de todo, para perpetuar un sistema que no funciona y que es el calvario cotidiano de cientos de miles de usuarios que dependen de esa cacharpa para la movilización todos los días.
Si sumamos el dinero entregado de esa forma a los dueños de buses y pensamos lo que se pudo haber invertido en el desarrollo de un sistema eficiente y moderno, posiblemente a estas alturas ya Guatemala podría disponer no de un transmetro sino de un eficiente y moderno metro que viajando tanto en subterráneo como en superficie pudiera cubrir la mayoría de las zonas del área metropolitana.
He sostenido que el problema de transporte rebasó la capacidad del Municipio porque es una demanda de toda la región metropolitana y por lo tanto el Gobierno central deberá involucrarse en el tema. Pero si lo van a hacer para pagar deudas de campaña con los «empresarios del transporte urbano», estamos fritos y condenados a tener que vivir eternamente dependiendo de la chatarra que pomposamente nos presentan como unidades de transporte público.