Aví­vese


Definitivamente no hay que confiar ni en su propia sombra. Hay quienes apelan a nuestra inocencia, a la inexperiencia o a la candidez para pretender arrancarnos como mí­nimo el beneficio de la duda. Los argumentos son variados: «deben confiar en nosotros porque pertenecemos a la cooperación internacional y garantizamos la honestidad en el manejo de los fondos»; «soy tu profesor ¿qué mal podrí­a hacerte? No seas tan mal pensado»; «recuérdate que soy un consagrado, lo único que quiero es tu bien».

Eduardo Blandón

Todos llegan con piel de oveja, mansos, humildes, rostros compungidos y con voz suave y delicada, casi convincentes. Además se visten bien, saco, corbata, hábitos, buenos perfumes, zapatos impecables. ¿Cómo no creer que en realidad pertenezcan al grupo de personas más venerables e intachables del paí­s? ¿Cómo pensar mal de ellos? Sin embargo no hay que confiarse. El mundo está plagado de ratas y salen incluso de donde menos se espera.

El caso de los organismos internacionales (el sistema que los rige y algunas personas que participan en ellos) apenas es la puntita. Hoy están de moda los saqueadores de banco, pero igual ayer fueron noticia los militares, anteayer los polí­ticos y mañana pueden ser los periodistas, los sacerdotes, los comerciantes, la lista puede ser amplia. Vivimos en un mundo cleptómano y uno debe estar despierto para no recibir gato por liebre.

Hablemos de los bancos porque están de moda. Fí­jese cómo operan y los modos cómo se salen con la suya. Yo tengo mi propia experiencia y, sin duda, usted también la propia. El Banco Industrial, por ejemplo, no ha querido regresarme un dinero que nunca me dio el cajero. He protestado desde noviembre y confieso que me he dado por vencido. No hay nada que hacer con gente que no escucha y sólo tiene como imperativo el lucro. El otro banco interesante es el UNO. Llegué a depositar a mi cuenta en dólares equis cantidad y me restaron un porcentaje del total a depositar. ¿Por qué?, protesté: «Porque Usted no cambió sus quetzales con nosotros», me respondieron. Es decir que uno está obligado a cambiar su dinero en ese banco ?que además los paga mal? para que el depósito sea total. ¿No le parece tramposo?

Hay algo que no funciona y huele mal en los bancos. Lo mí­o son ejemplos minúsculos. Fí­jese lo que dicen las noticias. Los accionistas se hacen enormes préstamos, hacen quebrar al banco y luego no pasa nada. El Estado sale al auxilio de los cuentahabientes y todo tranquilo. Los señores audaces, empresarios, banqueros, expertos en bolsas, salen bien librados, con mayor dinero del que tení­an y con su honor salvado. Eso sí­, son los primeros en pedir castigo contra los delincuentes, esos malditos que, en sus palabras, no habrí­an merecido nacer.

Hay mucha hipocresí­a en el ambiente y los asaltantes nos rodean. Urge poner de moda el escepticismo. No permita que hasta su sombra lo tome desprevenido y quiera, de repente, cogerlo. Aví­vese o será su próxima ví­ctima.