Yo siempre he sido de la opinión de que aviones, helicópteros, lanchas y cualquier equipo necesario para combatir el trasiego de drogas, no deben de ser pagados por los guatemaltecos, pues suficiente necesidad tenemos de poner en marcha programas para el beneficio de nuestros ciudadanos, que sufren de muchas carencias por lo bajo que se cotizan nuestros productos de exportación en el mercado internacional. Si bien es cierto que este trasiego afecta la gobernabilidad del país, también lo es de que el consumo de las drogas está destruyendo la sociedad norteamericana.
Para combatir la venta de drogas en El Gallito, zona 3 o en las zonas rojas de Guatemala, no se necesita aviones, ni helicópteros, ni lanchas, pues con un par de pelotones de policía, equipo de radio y unos pick ups es suficiente, pues los que mueven la droga que se consume en el país no son tan poderosos como los capos internacionales. Visto de esta forma, el consumo de drogas en el país del norte nos crea además del problema del trasiego, el de la pérdida de la gobernabilidad usando el mecanismo de corromper las instituciones del Estado.
Cuando el gobierno de los Estados Unidos ordena lanzar un cohete con un satélite al espacio, erróneamente se cree que allí van perdidos los miles de millones de dólares que se invirtieron en su construcción. La realidad, que esos miles de millones invertidos no se fueron al espacio, esos se quedaron incentivando la economía de ese país, los cuales generan impuesto sobre la renta, IVA. Etc. siendo que al final de cuentas el gobierno vuelve a recuperar casi todo lo invertido y lo único que se podría considerar como pérdida, sería el valor de la chatarra que ya no se recupera.
Cosa igual sucede con la fabricación de aviones, helicópteros, carros blindados, lanchas, fusiles, etc. que también lo único que pierde el país fabricante al final de cuentas es lo que valdría la chatarra en el caso que se destruyan, los declaren no servibles o los REGALEN.
En cambio los guatemaltecos que no tenemos la tecnología adecuada, cuando compramos aviones, helicópteros, lanchas o cualquier equipo para las fuerzas armadas, enviamos al exterior recursos que hacen falta en el país, pero muchas veces producto de la necesidad, nos vemos obligados a hacerlo, tal como sucedió durante el conflicto armado o cuando se pensaba recuperar Belice aunque fuera con las armas. Como puede ver, legalmente y moralmente no debiéramos ser los responsables de aguantar hambre para comprar equipos que su uso principal sería para combatir el narcotráfico, ya que a lo que a nosotros nos cuesta lo que decimos «un ojo de la cara», a los Estados Unidos les cuesta algo similar al valor de la chatarra en que convertirían los equipos que nos envían, pues como ellos son los productores, allá se quedaron todos los recursos que invirtieron y que mediante los impuestos que generan, casi todo vuelve nuevamente al gobierno.
Algunos dirán, por qué tiene que ser los Estados Unidos y no Europa donde nos vendan o nos regalen los aviones. A quienes ignoran lo complicado que es cambiar toda la estructura de mantenimiento, así como el período de tiempo que lleva un piloto en explotar adecuadamente las bondades de una aeronave, pueden opinar de esa forma, pero yo siempre he dicho y aseguro, que cambiar aviones o helicópteros no es como cambiarse de calzoncillo, sino habría que acordarse que en un tiempo se compraron helicópteros franceses, que aunque muy buenos, luego se convirtieron en chatarra porque no se pudo adaptar al personal a su mantenimiento.
Ojalá que el presidente electo no vaya a dar el paso en falso que pregonó de comprar equipo español, pues ya se me hace ver dentro de unos 4 o 5 años todo el equipo convertido en chatarra, pero que lo que se invirtió en ellos no va tener el incentivo de activar nuestra economía, sino que será como un hoyo por donde se fuguen todos nuestros impuestos. Acordémonos de Celgusa.
Esta opinión no está basada en supuestos, es el producto de treinta años de experiencia dedicada a labores de mantenimiento, de asesoría en logística y asesoría en adquisición de aeronaves, habiendo aprendido una cosa muy importante, nunca se le pregunta a un piloto que no tiene aviones para volar si le parece tal o cual avión, pues le dirá que están muy buenos y que no hay problema, esa respuesta es similar a la que le daría un niño que no tiene juguetes, que vería con buenos ojos cualquier juguetito que le ofrezca.