Diego Maradona volvió a desafiar a los incrédulos en todo el mundo, que dudan de su idoneidad, al asumir esta semana a los 48 años la dirección técnica de la selección de fútbol de Argentina, a la que sueña con insuflar de mística y llevar a la gloria mundialista, en su eterno retorno como ave fénix.
«Sé que le puedo dar a Argentina lo que todavía no encontró», lanzó Maradona días atrás, al autopostularse como seleccionador tras la renuncia de Alfio «Coco» Basile, luego de una racha de actuaciones mediocres.
El ex futbolista reconocía, no obstante, que el número puesto para el cargo era Carlos Bianchi, quien acumuló trofeos como DT, pero advertía que quien decidiría sería «el capo», como nombró al veterano presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Julio Grondona.
Y finalmente Grondona decidió… y Maradona fue el elegido.
La noticia disparó una andanada mundial de reacciones, que más que frenar parecieron motivar a Maradona, alimentando su espíritu desafiante y polémico, a sabiendas que sus palabras tienen repercusión internacional y sus movimientos pueden significar grandes réditos económicos.
Una incógnita entre los hinchas es si le alcanzará a Maradona con inyectar a la selección esa mística que tuvo como jugador, que lo hacía superar dolores y lesiones para cargarse el equipo al hombro, en especial cuando vestía la camiseta albiceleste.
Considerado uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, Maradona no dudó en poner en juego ese mito que es en vida, con tal de cumplir su anhelo de dirigir la selección, a la que como capitán llevó a la cima en el Mundial de México-1986 y al subcampeonato en Italia-1990.
Fue en aquel campeonato en tierra mexicana donde Maradona hizo el mejor gol de la historia de los mundiales, el segundo ante Inglaterra (2-1), en el mismo partido en que marcó otro tan célebre que él mismo bautizó con ironía como «la mano de Dios».
Volvió a ilusionar con uno de sus resurgimientos en Estados Unidos-1994, para luego arrastrar a Argentina al infierno cuando un control antidopaje le dio positivo de efedrina y el país lloró.
Ahora, sus escasos pergaminos como DT, con un corto pasaje por Mandiyú de Corrientes y Racing Club en la década del 90, con más fracasos que conquistas, generan dudas sobre su capacidad como entrenador.
«Me causan gracia los que hablan de mi inexperiencia (como DT). Tengo casi 20 años en la selección argentina (como jugador). El fútbol no ha cambiado. El agua caliente ya está inventada. No creo que nadie (otro DT) me sorprenda con nada», desafió.
No serán las dudas ajenas lo que amedrente a un hombre acostumbrado a recrearse, a resurgir desde lo más hondo, con un físico privilegiado que le permite estar aún en forma para competir en showbol (una variante del fútbol sala), pese a graves y reiteradas crisis de salud derivadas de sus adicciones ahora superadas.
Maradona tiene «una genética privilegiada y una fuerza energética mental muy poco común», había dicho a la AFP su médico personal, Alfredo Cahe, al explicar los periódicos renacimientos del «Diez».
Con la designación aún no oficializada, Diego tomó la delantera para mostrar que nada lo detendrá y convencido de que volverá a llevar a Argentina a la cumbre en el Mundial de Sudáfrica-2010, esta vez desde el banco.
Para ello intentará motivar a estelares como Lionel Messi (FC Barcelona), Sergio «Kun» Agí¼ero (Atlético Madrid), Javier Mascherano (Liverpool) y Juan Román Riquelme (Boca Juniors), quienes lo respetan.
Diego anunció que partirá el sábado de gira por Europa y que dirigirá la selección en el amistoso ante Escocia, en Glasgow, en lugar de Sergio Batista, el entrenador de las selecciones juveniles, a quien, no obstante, pretende sumar a su equipo.
Tan brillante y creativo como polémico y contradictorio, Maradona protagonizó numerosos escándalos, acusó a la FIFA con duras declaraciones, e incomodó a dirigentes, líderes, presidentes de países y poderosos en general.
Este hombre nacido en un humilde barrio de la periferia sur de Buenos Aires, construyó una amistad con Fidel Castro y tatuó la imagen del guerrillero Ernesto «Che» Guevara en su piel, cerca de los nombres de sus dos hijas, Dalma y Giannina, quien próximamente lo hará abuelo.