«Es difícil pensar que este mundo tan rico fuese demasiado pobre como para no ofrecer un objeto al amor de una persona. Ofrece espacio infinito para cada uno. Antes bien, es la incapacidad de amar la que roba al hombre sus posibilidades. No es la carencia exterior de objetos, sino nuestra incapacidad de abrazar algo que está fuera de nosotros». C. Jung.
crismodenesi@gmail.com
La cita anterior de Jung nos pone de manifiesto que en la vida existen múltiples posibilidades inclusive para amar y ser amados. Pero que es nuestra propia carencia la que nos impide desarrollar vínculos amorosos. En el amor es necesario el autodescubrimiento de quiénes somos, la conformación de un concepto propio, la aceptación y validación del mismo. El inicio del amor en una relación dual comienza con nuestra autoestima, con la valorización positiva que realizamos hacia nosotros mismas/os que nos ayuda a entrelazarnos socialmente con otras personas sin temor a diluirnos en esta acción. Es decir, que en ocasiones nuestro sentido del yo no se encuentra conformado de manera integral y sentimos temor de lo mismo que deseamos. No nos permitimos fluir en la corriente de la vida y de alguna manera retornamos al mismo lugar, lo que implica una especie de inmovilización que nos proporciona de manera aparente, serenidad y comodidad ante lo ya conocido.
En la conformación de vínculos amorosos es necesario el comienzo de los mismos desde y dentro de nosotras/os, establecer contacto genuino y auténtico con las personas que somos y deseamos ser. Valorizar nuestro sentido de autonomía, de independencia y al mismo tiempo ser capaces de la unión y separación del otro. Estableciendo límites propios y compartiendo espacios de contacto en los cuales seamos realmente capaces de valorar y respetar a la otra persona desde su humanidad, quién  también desea no pasar desapercibido por la vida y que necesita para su bienestar y para el bien común dentro de una relación amorosa, ser escuchado, comprendido, ser visto y tocado, tal como lo expresa Virginia Satir cuando escribe sobre el mejor regalo que un ser humano puede dar y recibir de otra persona.
La autoestima y el amor son conceptos intrínsecamente unidos uno con el otro. No es cierta la existencia del amor hacia alguien más si somos incapaces de amarnos a nosotras/os mismos. Y de ella depende la forma en que nos manifestemos dentro de nuestras relaciones sociales y por su puesto dentro de nuestra relación de pareja.
Si nuestra  autovalorización es baja, devaluamos también a las personas que amamos y aún más, es probable que nuestra convivencia se convierta en irrespeto, agresión y malestar. La manera en que nos conducimos en la vida es un espejo de nuestra autoestima y es tarea cotidiana el trabajar en ella día a día, en reflexionar y autoevaluar nuestra actitud ante la vida y ante los demás.
Nuestra autoestima si bien es cierto se conforma de nuestras experiencias de vida, de los reflejos que obtenemos de otras personas sobre quiénes somos en la vida. Pero esto será en cuando nuestra etapa infantil, porque en la edad adulta es tarea propia el autodefinirnos y aprender a respetarnos.Â
En las relaciones de pareja es importante la tolerancia como un mecanismo que nos ayuda al aprendizaje de la comunión con otra persona pero una cosa es tolerancia y otra es aguante. Si mi convivencia implica autosacrificio y sufrimiento he de pensar si estoy permitiendo mi autoanulación y con ello me estoy devaluando como persona. Creo que siempre que se desee la convivencia en pareja es deseable aprender acerca de la tolerancia, la comprensión y la compasión. Pero no podemos mantener un asunto de dos a costa de uno.
Khalil Gibran nos dice: «Llenaos las copas el uno al otro, pero no bebáis de una sola copa, vivid juntos, pero tampoco demasiado próximos; ya que los pilares del templo se erigen a distancia, y el roble y el ciprés no crecen a la sombra uno del otro».
A manera de conclusión,  en la pareja han de haber vínculos que nos unan pero que esta unión no significa fusionarse o amalgamarse. Que hemos de tener momentos propios e independientes dentro de nuestras relaciones de pareja que nos permitan saborear nuestra existencia y al mismo tiempo puntos de intersección que nos ayuden a compartir y convivir con la otra persona de manera respetuosa, conservando un sentido propio de autonomía e independencia.