En Guatemala se tiene una incipiente cultura de ahorro, derivado de múltiples determinantes, mismas que condicionan la manera en que los agentes dan uso a sus ingresos. Existe variedad de formas de gasto, en donde el principal factor que influye es la posición económica o el lugar que se ocupa en el proceso de producción.
La relación ingresos–ahorro es directa, es decir que, a mayores ingresos la probabilidad de ahorro se incrementará, haciendo la salvedad que toda regla tiene sus excepciones. Esto último es pertinente mencionarlo, porque los agentes no siempre se comportan racionalmente y en algunas ocasiones actúan de forma anormal a lo que se espera.
El grupo de personas que alcanzan los mayores ingresos en comparación a la mayoría de la población guatemalteca, ostenta por lo regular una capacidad de ahorro muy por encima y alejada del promedio nacional. Lo anterior se convierte muy probablemente en inversiones, creación empresas o ampliación de capacidad instalada en las ya existentes.
El conglomerado que está un peldaño abajo de esta pirámide económica–social, desarrolla una moderada capacidad de ahorro. Los fondos muy comúnmente los emplean en la adquisición de bienes y la creación de micro o medianas empresas. Este sector de la sociedad también desarrolla un comportamiento financiero orientado a la cultura del crédito, puesto que se le facilita por la capacidad de pago que posee. Por último, se posiciona el restante grupo con bajos ingresos y con capacidad casi nula de ahorro, en donde las posibilidades no permiten pensar en el futuro, sino más bien sólo se concentran en la forma de sobrevivir día con día.
Después de describir el comportamiento promedio de los grupos de la sociedad, según su nivel de ingresos, es necesario establecer que el factor común en ellos es que todos contienen una parte de sus individuos, que aplican una disciplina financiera no adecuada a sus comportamientos y formas de gasto en general. Lo que no sólo genera una ausencia de ahorro, sino que también ocasiona un endeudamiento en las personas que no logran implantar orden en sus transacciones, desencadenando esto en una baja del nivel de calidad de vida de los involucrados.
Con el avance de la ciencia e investigación, también ha sufrido considerables adelantos la forma de propiciar que los consumidores compren impulsivamente. No faltará alguien que pensará que lo anterior no tiene relación con el tema del ahorro, sin embargo, los especialistas en estrategias de ventas han encontrado la medida y el punto exacto para que la mayoría de personas con capacidad de compra mantengan un consumo que a veces no es necesario. Está comprobado que en la economía se utilizan fechas “especiales” como válvulas de escape de la misma, en donde figuran la Navidad, Día del Cariño o de la Madre, últimamente el “black friday o weekend”, entre otras que seguramente se integrarán en el futuro.
Asegurar que la dinámica en una economía es un atraso sería un grave error. Pero lo que sí se puede afirmar es que de seguir con el ritmo de consumo deficitario, en donde las personas que ostentan capacidad de ahorro para ejecutar posteriores inversiones, mismas que generen efectos positivos en el sistema en beneficio de los demás, no lo hagan, será muy difícil que la cultura de ahorro brote y se convierta en una palanca de desarrollo para Guatemala.