Aun recuperando los fondos la confianza la habrá perdido


El anuncio repentino del doctor Eduardo Meyer, en el sentido que el diez de agosto se sentará de nuevo en la poltrona presidencial para dirigir el segundo periodo de sesiones ordinarias y concluir su mandato como presidente del Congreso de la República como si nada hubiera pasado, porque para entonces estima él y sus más cercanos colaboradores el caso del desví­o millonario estará cerrado, irritó sus colegas que creen lo contrario, porque aun cuando los Q82.8 millones invertidos anómalamente en una Casa de Bolsa retornen el 31 de julio, como lo ofrece la financiera MDF, la confianza la habrá perdido.


Meyer, tiene cuatro opciones, pedir permiso más tiempo, renunciar a la presidencia del Congreso de la República y ocupar una curul como diputado raso, renunciar a la curul, o bien contra viento y marea ceñirse el sombrero presidencial y tomar las riendas de la institución hasta el 14 de enero del año entrante. Esta última opción es la que el doctor Meyer ha anunciado, pero que sin lugar a dudas será resistida por algunos bloques de la oposición, principalmente si decidiera contravenir las medidas administrativas hasta la fecha implementadas por sus colegas directivos.

Meyer perdió las joyas de la corona más valiosas, la confianza y credibilidad, entre sus colegas diputados y la población en general, porque aun por omisión o comisión, hundió a la institución en una de las más graves crisis de la historia reciente del paí­s, porque la hizo tocar fondo en los niveles más bajos de desprestigio. Algo así­ como dijo el presidente Colom, refiriéndose a la administración de su antecesor í“scar Berger, que calificó como el gobierno más nefasto, incluso arriba del gobierno de Portillo, satanizado como corrupto hasta la médula.

Se consideró como un exabrupto el señalamiento presidencial, pero no fue así­, porque el martes la Primera Dama de la Nación, doña Gloria Torres, ratificó lo expresado por su esposo. Es más, dijo que estaban preparando las acciones legales para denunciar los actos de corrupción producidos durante el gobierno de Berger. Las cartas están echadas y si en un tiempo determinado la pareja presidencial no acciona, sus detractores podrí­an incluso promover antejuicios en contra del presidente Colom por omisión de denuncia.

Si Meyer como operador polí­tico nunca existió, Colom con semejante declaración declaró la guerra a las huestes de Berger en el Congreso de la República que junto a los patriotas, que aún no se recuperan de la vinculación de su lí­der, Otto Pérez en el desví­o millonario en el Legislativo, podrí­an hacer tortuoso el trámite de tres proyectos de leyes que el Ejecutivo considera torales para financiar el gasto público que para el año entrante están visualizando roce los Q60 mil millones: 1) Ampliación Presupuestaria, 2) Reforma Fiscal y 3) Petrocaribe.

Juntas ambas corrientes polí­ticas suman 39 votos. El partido oficial necesita no menos de 80 voluntades para llevar a buen puerto dichas iniciativas. Y para el efecto, el presidente Colom, ante la carencia de operadores polí­ticos profesionales, él mismo ha tenido que asumir ese papel, tocando las puertas de los partidos polí­ticos con representación parlamentaria. GANA, PAN, FRG, PU y UCN, cuya dirigencia está anuente a respaldarlo por lo menos en dos de las tres iniciativas.

De estas facciones polí­ticas, son los patriotas quienes más han cuestionado la iniciativa Petrocaribe, y con menos intensidad los unionistas. Sin embargo, su lí­der ílvaro Arzú lo ve con buenos ojos, quizá porque con el «chinche» que piensan hacer de los recursos, alcanza para invertir en más ramales del Transmetro. Bloques como la URNG y otras expresiones de centro izquierda sin tapujos se han pronunciado abiertamente a la importación del petróleo venezolano.

Ahora bien, el sorpresivo anuncio de la cúpula empresarial, CACIF, que no se opone rotundamente a la iniciativa Petrocaribe, podrí­a hacer cambiar de opinión a los patriotas que con el escándalo del desví­o millonario en el Legislativo, precisamente cuando vincularon a su secretario general, corrieron a sus oficinas a explicarles que habí­an sido ví­ctimas de un complot por la férrea oposición que ejercen contra lo que empiezan a llamar ellos el desgobierno de Colom.