Los ministros europeos de Finanzas buscarán en la cumbre del G7 que se abre el viernes en Washington redoblar la presión sobre China, en medio de la preocupación por la tasa cambiaria del yuan y el fuerte valor del euro.
Pero el encuentro de los ministros y presidentes de los bancos centrales de los siete países más industrializados (Estados Unidos, Canadá, Alemania, Italia, Gran Bretaña, Francia y Japón) no ofrecería demasiadas respuestas efectivas a esas exigencias, según analistas.
Los 13 miembros de la Eurozona están divididos en cuanto a la cuestión de si el euro fuerte, que quita competitividad a sus exportaciones en los mercados internacionales pero abarata las importaciones, es una amenaza o no para sus economías.
Mientras responsables franceses e italianos ya dejaron oír su preocupación por la fuerza del euro de cara a la cumbre de Washington, Alemania y otros países de la zona euro se muestran más flexibles.
Estas divisiones internas dificultan sin dudas cualquier intento de presión para que el G7 intervenga en el tema.
«Europa es la parte más preocupada, pero ha sido incapaz hasta ahora de presentar un frente unido, lo que hace que su presión sea menos efectiva», explicó un economista de Unicredit, Marco Annunziata.
Ante la ausencia de un acuerdo sobre el euro, los ministros de Finanzas de la zona de la moneda única decidieron la semana pasada que la baja apreciación del yuan es más preocupante que la del dólar o el yen.
Europa quiere que China permita una mayor flotación del yuan, en medio de las acusaciones contra Pekín por mantener su nivel bajo en forma artificial para favorecer sus exportaciones y su excedente comercial.
En ese marco, los ministros anunciaron el envío de una delegación de responsables económicos europeos a Pekín para discutir la cuestión con las autoridades chinas.
De su lado, Washington ha dado la bienvenida a la presión de Europa sobre China, criticada desde hace tiempo por los norteamericanos por no permitir que el yuan se aprecie con mayor rapidez.
«Pensamos que necesitan evolucionar mucho más rápido» para que su moneda se aprecie «en función de los fundamentos económicos» del país, declaró el viernes pasado en Bruselas el subsecretario del Tesoro norteamericano Robert Kimmitt.
Desde su revaluación de julio de 2005 -cuando dejó de estar atado al dólar- y la implantación de una flotación limitada, la moneda china pasó de 8,11 yuanes por dólar a unos 7,52 o 7,51 dólares (un 7,85% de apreciación a 7,52 yuanes por dólar).
Pese a la unidad entre norteamericanos y europeos sobre la cuestión del yuan, el G7 no apoyaría de forma conjunta ninguna acción para exigir una apreciación del dólar o el yen.