Los avances científicos han permitido establecer que uno de los problemas del aprendizaje está en un mal que los especialistas en Estados Unidos identifican como Attention deficit disorder o desorden del déficit de atención que muchas veces se manifiesta con hiperactividad pero que en resumidas cuentas implica la incapacidad para concentrarse y poner atención en las cosas importantes. Lo que los abuelos decían que era andar pajareando, o como aquel cura que en el colegio nos decía que dejáramos de ver las musarañas en el techo, es ese mal para el que ahora hay tratamiento y que no afecta sólo a los niños, sino también a la población adulta.
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Pues bien, el colectivo social de Guatemala padece de ese mal y lo demuestra nuestra dificultad para concentrarnos en las cosas importantes y esa forma en que nuestra atención gira como veleta de un lado a otro en un constante mariposeo. En el diagnóstico de la enfermedad del déficit de atención que padece la sociedad guatemalteca hay que decir que tenemos capacidad para concentrarnos en un tema por unas dos o tres semanas, a lo sumo, y que luego encontramos otro tema que nos atrapa, que nos cautiva intensamente y que sustituye de tal forma a los anteriores que pasan al olvido. Hoy en día nadie piensa ya, por ejemplo, que hay que hacer cambios en el sistema financiero para evitar escándalos como los de Bancafé o el Banco de Comercio. No digamos sobre la necesidad de hacer algo para cambiar la estructura administrativa para que no sea tan fácil el enriquecimiento ilícito del funcionario público.
Las noticias sensacionales en Guatemala se vuelven «el tema» durante períodos que van de los dos o tres días a las dos o tres semanas. Pero no hay tema que mantenga la atención ciudadana más allá de eso porque siempre hay un clavo que saca otro clavo, un escándalo que hace olvidar a los anteriores. Que si son los bancos, que si la falta de billetes, que si el Transmetro, que si los diputados del Parlacen, que si los muertos en El Boquerón. Dentro de unos pocos días ya nadie hablará de la crisis de seguridad y los escuadrones encargados de la limpieza social volverán a actuar sin presión pública porque el desorden que provoca déficit de atención habrá llevado el interés del colectivo social guatemalteco a otro tema que ojalá, le pedimos a Dios, no sea alguna tragedia.
Se ha dicho que tenemos muy corta memoria histórica y ello es porque no tenemos capacidad para poner atención y concentrarnos en las cosas importantes. Las noticias son flor de un día, los escándalos duran mientras los medios los mantienen en el candelero, pero el ansia de noticias novedosas (valga la redundancia) hace que el proceso de sustitución sea permanente. Y por eso nunca arreglamos nada, porque todo es escándalo pasajero y nada genera compromiso ni siquiera una molestia de tal magnitud como para sacarle al pueblo un verdadero aire con remolino.
El problema es que con los niños y aun con el individuo adulto que sufre el mal, se puede recurrir a fármacos que ayudan a eliminar esa volatilidad en la atención, pero con una sociedad completa que sufre del mismo desorden no cabe ese tipo de remedio. El otro problema es que en el niño el síndrome está acompañado generalmente de hiperactividad, mientras que entre nosotros si acaso hay hipoactividad. Pero que sufrimos de un déficit de atención no cabe duda y tal vez algún sociólogo ayuda a encontrar un tratamiento.