Atrapados e inmersos en la coyuntura


Oscar-Clemente-Marroquin

En cualquier actividad humana es importante la visión de mediano y largo plazo que implica planificación para lograr los resultados que uno se propone. Así pasa con las empresas, sucede con la vida personal y hasta con la formación de los hijos es necesario ver hacia adelante, vislumbrando los escenarios posibles para tomar las decisiones más acertadas. Quien no lo hace, desperdicia las oportunidades y se conforma con lo que es y lo que tiene.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Guatemala, como país, está justamente en esa condición de ausencia total de visión de futuro, de planificación con metas y objetivos sobre el tipo de sociedad que deseamos construir, porque simplemente nos hemos quedado atrapados en el día a día y nuestra máxima aspiración es terminar el día sin sufrir las consecuencias de la inseguridad y, si acaso, no reducir nuestros ingresos para no bajar nuestro nivel de vida, pero sin que exista realmente una política que busque acuerdos entre los distintos sectores para definir la estrategia de futuro de la Nación. No invertimos en el desarrollo y por eso cada vez que se presenta un nuevo informe sobre los indicadores del desarrollo humano, vemos que nuestro país va como el cangrejo, retrocediendo posiciones porque la ausencia de una política nacional se manifiesta en el aumento de las tensiones y conflictos sociales.
 
 El país mantiene modestos niveles de crecimiento económico que no guardan relación con nuestro potencial marcado por las riquezas naturales y por la fortaleza de la capacidad productiva de nuestra gente. La mejor iniciativa, la más contundente fuerza productora, emigra en busca de mejores horizontes y con el envío de sus remesas familiares se convierte en pilar de nuestra actividad comercial. Mientras tanto, abandonamos a nuestra niñez que en alrededor de un 50% sufre las consecuencias de desnutrición crónica que le marcará para toda la vida y que marcará al país por varias generaciones porque ese lastre, el de una población que no logró ni siquiera su pleno desarrollo físico y mental por falta de alimentos, será arrastrado por muchos años y nos pesará aunque hoy mismo se decidiera hacer algo y emprendiéramos un esfuerzo sostenido por erradicar la desnutrición.
 
 El crecimiento económico, sin embargo, no se traduce en desarrollo general porque somos uno de los países del mundo con mayores índices de inequidad y mientras unos pocos gozamos de todas las ventajas y privilegios del mundo desarrollado, los más no tienen acceso a esas oportunidades para desarrollar plenamente su potencial creativo y productivo.
 
 El liderazgo político tendría que esmerarse en la articulación de grandes acuerdos nacionales sobre la construcción del futuro de nuestro país con base en la idea de propiciar una amplia gama de oportunidades a todos los habitantes y la cobertura de las necesidades básicas de salud, educación y seguridad. En cambio, están demasiado ocupados en saquear al país, en enriquecerse con los negocios públicos (si ya están en el poder) o en planificar cómo van a ‘armarse’ cuando les toque llegar. Tanto que no tienen tiempo para pensar siquiera un momento en la necesaria planificación de nuestro desarrollo y el diseño de modelos integradores que nos ofrezcan la capacidad de superar nuestras graves carencias.
 
 Tenemos gobierno y tenemos instituciones propias de una República Representativa, pero es evidente que no funcionan y, peor aún, que el interés general es algo que, como decía la anterior primera dama, les viene del norte. El saqueo consume todo su tiempo, esfuerzo y talento porque está sabido que la oportunidad es única, dura cuatro años y no se vuelve a repetir. Quien venga atrás que arree, se piensa y dice, a sabiendas de que quien vendrá atrás hará, por lo menos, lo mismo si no es que tiene más inventiva para apresurar el saqueo.