Atiborrado por correo basura


Hace pocas semanas, al referirme a una información que habí­a arribado a mi buzón cibernético, aludí­ brevemente al hecho de que diariamente recibo decenas de mensajes electrónicos; pero no les indiqué que la mayorí­a de los tales emilios se trata de correos basura o «spam», para decirlo técnicamente.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

Todas las mañanas, al iniciar mis actividades rutinarias que requieren el uso de la computadora y de la Internet, así­ como al principio de la tarde y hasta durante las primeras horas de la noche, tengo que lidiar con mi ordenador, en el sentido de eliminar toda clase de mensajes comerciales o de otra í­ndole que no me interesan en absoluto.

Pero ya me hastié, y como soy neófito en el manejo de este artefacto que utilizo para tareas muy elementales, quiero saber si entre mis contados lectores hay alguien que me recomiende o me instruya acerca de la fórmula, el método o la manera de evitar que a mi buzón sigan llegando correos basura.

El amigo que suele colaborar conmigo en solucionar dificultades que eventualmente afronto en mi computadora o en el servicio de la Internet, pese a que es un experto consumado en estas materias modernas, no ha logrado descubrir la técnica que se debe emplear para solucionar el problema, aunque yo presumo que habrá algún formato que permita configurar el buzón cibernético de tal modo que no ingresen mensajes indeseables.

Algunas personas amigas me han enviado sugerencias para que cuando yo enví­e mensajes por la Internet, pueda ocultar los nombres de los(as) amigos(as) con quien sostengo constante comunicación cibernética, con el propósito de impedir que sus direcciones electrónicas sean utilizadas por empresas comerciales o de servicios para divulgar su publicidad gratuita; pero no me han dicho lo que debo hacer en el caso que les he expuesto.

Mi dirección electrónica, además, es del conocimiento de todos quienes leen La Hora, porque aparece debajo de mi nombre, a fin de que los lectores puedan comunicarse por ese medio conmigo; pero no para que mi buzón sea el destinatario de correos basura, como está corriendo en la actualidad, de suerte que aunque sea un poco tarde, estimaré si es prudente que esa dirección ya no se publique al inicio de mis artí­culos.

Diariamente recibo mensajes de empresas de toda naturaleza, desde comercios que se dedican a la fábrica de zapatos, hasta hoteles que ofrecen sus servicios, pasando por compañí­as dedicadas a la producción de puertas para viviendas, o la venta de neumáticos, cisternas de agua entubada, catálogos de trajes para damas y caballeros, medicamentos o pócimas para mejorar las relaciones sexuales, alquiler de pelí­culas en televisión, casetes para aprender inglés, etc.

También recibo correos de personas a quienes desconozco y que desean ser mis amigas, ofertas de viajes y mensajes de algún supuesto polí­tico caí­do en desgracia en una nación africana que dispone de decenas de millones de dólares que está dispuesto, muy generosamente, a compartir conmigo, con sólo que yo le proporciones los números de mi cuenta bancaria o de mi tarjeta de crédito.

Cuando intenté responder uno de esos mensajes, para indicarle a la empresa que invade mi espacio cibernético privado que no me interesas sus propuestas, resulta cualquiera de las dos cosas siguientes: a) me advierten que no puedo ni debo responder el correo, y b) que oprima una tecla para «hacer click» en determinado espacio, para que yo pueda «desinscribirme» de su nómina de contactos.

Para hacer la prueba, lo intenté hacer con una empresa denominada «Sistema de ventanerí­a», pero resulta que para «desinscribirme» debo proporcionar información que yo considero confidencial, de modo que en vez de solucionar el problema más lo quieren complicar, y eso que yo nunca me «inscribí­» como usuario de esa compañí­a.

Lo único que me queda es tomar nota de todas las empresas y personas que me enví­an correos basura, para mencionar sus nombres en este espacio, a manera de denunciarlas como abusivas y entrometidas; pero, mientras tanto, espero el consejo de alguno de mis lectores para evitar la invasión de mensajes no gratos.

(Romualdo Dividí­ recibió este correo de una amiga suya: -Deseo que mi marido me ponga más atención, ¿sabés de algún perfume que huela a computadora?).