Atento recordatorio al Ejército de Guatemala


Tengo 82 años y fui ví­ctima de la depresión de los años 30. Soy un intelectual guatemalteco y mi experiencia y otros dotes que no viene al caso referir aquí­, me dan testimonio que la próxima guerra mundial dañará al planeta con armas nucleares. El costo económico y humano será incalculable y culminará en el Oriente Medio.

Délfido Barrera Navas

Como no se sabe en qué forma afectará a nuestro paí­s, doy esta voz de alerta en mi calidad de periodista, con gorda obligación de orientar positivamente a la población y a sus instituciones.

La crisis polí­tica que afecta a Guatemala, como están las cosas, no tiene salida e irá de mal en peor, salvo que como se hizo en El Salvador y aún en los propios Estados Unidos se convoque al pueblo de Guatemala a una jornada de oración; que cese el derramamiento de sangre y que todos, absolutamente, mujeres, hombres, ancianos, niños elevemos nuestro clamor, el mismo que hizo terminar con la caí­da catastrófica de Berlí­n y el suicidio cobarde de Adolfo Hitler, a quien se le metió en la cabeza que la raza aria deberí­a gobernar el mundo desde Alemania.

La república de El Salvador hubiera sido sepultada como paí­s sino fuera porque allí­ vi a millares de sacerdotes, pastores, el arzobispo metropolitano, diputados, ministros, viceministros y funcionarios de alto rango encabezados por el presidente Antonio Saca, multitud de personas de todas la denominaciones evangélicas, destacados de lí­deres de la Asamblea Nacional Legislativa. A varias cuadras se oí­a un clamor al Salvador del mundo sintiendo orgullo santo de haberle dado al paí­s el nombre del Ser Supremo.

Los pueblos no pueden sobrevivir sin Dios: se mueren, se desintegran, palidecen y hasta se acaban. En los Estados Unidos de Norte América quitaron de las paredes, el cuadro de los Diez Mandamientos, el más egregio monumento a la ética divina: creando leyes como el apoyo descarado a los homosexuales, ventas ilí­citas de niños, el aborto masivo de niños cuyo nombre en castellano se llama genocidio, permitidos por gobernantes corruptos.

Dirigimos este llamado al Ejército a fin de que esté preparado para la tercera y última guerra mundial encabezada por el León Ruso, Europa, Venezuela, Nicaragua, Ecuador, España y los eternos enemigos de Israel.

Y declaro con valentí­a y hasta en un espí­ritu de indignación que es urgentí­simo que los poderes del Estado se integren, respetando desde luego, la independencia de poderes de acuerdo a los preceptos constitucionales. Que resucite al poder Judicial; que nombren su presidente por las buenas y que devuelva el dinero extraí­do de las arcas financieras del Poder Legislativo.

Por otro lado, los alcaldes del paí­s deben comprender que son administradores de los dineros del pueblo y no dueños.