Primero fue el Ministro de Energía y Minas, con el sonoro eco presidencial, quien afirmó que todo lo que se ha dicho sobre el trinquete en el INDE es simplemente producto de una equivocación de la Contralora General de Cuentas de la Nación porque el Instituto Nacional de Electrificación no sólo puede disponer reglamentariamente pasarse por el arco del triunfo la Ley de Compras y Contrataciones, sino que además Xalalá es un proyecto tan urgente que no hay que andar con menudencias como esas de cumplir con la ley para contratar estudios de factibilidad.
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Pero las palmas se las llevó ayer el licenciado Roberto Molina Barreto, quien volvió a asumir la Presidencia de la Corte de Constitucionalidad, al afirmar que las críticas que ha sufrido esa alta instancia de control de la legalidad son producto de que todo el atajo de babosos que han cuestionado los fallos no entienden ni rosca de lo que se trata. Fuera de los cinco magistrados titulares y uno que otro suplente que convenientemente es llamado para integrar la Corte cuando hace falta, el resto de la comunidad jurídica, el resto de los comentaristas y analistas de la sociedad y de la prensa, son una partida de ignorantes que no tienen la capacidad de entender la forma magnífica en que ellos interpretan la ley suprema.
Lo que no entienden ni las autoridades del Ejecutivo ni los magistrados, es que hay una gran diferencia entre un pueblo nagüilón y un pueblo idiota. Los guatemaltecos podemos ser indiferentes ante lo que diariamente se le hace al país, a su institucionalidad y al sistema de justicia, pero no somos imbéciles y el que no reaccionemos no significa que no entendamos lo que está pasando y qué intereses son los que están en juego y determinan el destino de los asuntos públicos. Solo falta que nos digan que las críticas al Congreso por haber aprobado a trompatalega la ley que regula el negocio de la telefonía celular son producto de que esta gente idiota no sabe apreciar el enorme talento de los diputados que supieron ver más allá de lo que ve el pueblo ignorante y mágicamente, sin necesidad de discutir ni de ponerse de acuerdo, aprobaron una ley diciendo que era para regular las señales de celular en las cárceles, pero metiendo abundante carne en el asador para dictar disposiciones muy convenientes a los operadores de la telefonía.
Y así es todo en Guatemala, puesto que si hubiera el menor respeto por la inteligencia del pueblo las autoridades ejecutivas, legislativas y judiciales del país tendrían elemental cuidado para, al menos, intentar taparle el ojo al macho. Sin embargo, llegan a tal nivel de cinismo que luego no tienen otra salida que la de decirle a los críticos que son una partida de idiotas que no entienden a los iluminados que tenemos al frente de las instituciones y que siempre, sin fallar ni una sola vez, actúan de manera puntillosamente correcta a impoluta.
Como dijo Medrano, la gente no entiende que él es tan adinerado que puede girar cheques millonarios sin que la ley tenga que andarse metiendo. Solo los idiotas no entienden que sobre su fortuna no tiene que rendirle cuentas a nadie.