No es fácil decir «me equivoqué, usted tiene la razón y claro que tiene derecho a sentirse molesto e incómodo». Me parece que no es mucha la gente que puede realizar este tipo de acto de manera honesta. Esto tiene que ver con los valores morales de cada quien.
crismodenesi@gmail.com
Existen pequeñas equivocaciones que no expresan situaciones de vida o muerte. Pero también existen las grandes, las que pueden desboronar la vida de una persona, de una comunidad o de un país.
Hace algún tiempo tuve de mi conocimiento el hecho de que un prestigioso médico, además respetable y amoroso con sus pacientes, se equivocó, así no más; había planteado una cirugía de columna a un su paciente por una hernia discal entre las cervicales 5 y 6; pero que intervino quirúrgicamente entre las cervicales 4 y 5.
Luego, al mes programado para la reconsulta de evaluación postoperatoria, el médico les dijo a mis amigos -una pareja de esposos-, que se temía mucho que en el control radiológico se había detectado una nueva hernia. Mis amigos, nada pendejos, se dijeron a sí mismos: «pero, qué le cuesta al doctor asumir que se equivocó; ya hemos confiado en él, un error es posible en cualquier procedimiento. Nuestra intención no podría ser nunca emprender una demanda contra él. Sabemos y sentimos por su trato proporcionado que él deseaba lo mejor para su paciente». Pero esta falta de honestidad, en realidad, decepcionó mucho a la pareja de amigos.
Es cierto, que se le tiene en contra de los médicos. La gente piensa que todos ganan mucho, tienen mucho y no merecen tanto. Por ende, se anda viendo de qué manera se ponen cascaritas en el camino para que se tropiecen. La profesión médica es vista desde una perspectiva filantrópica. A los médicos nos han enseñado como lema fundamental hacer el bien y no procurar el daño. Pero todas las personas podemos equivocarnos, errar es de humanos. Además, el médico al igual que el abogado y otro tipo de profesionales también tienen que tener recursos para vivir. Pero en nuestra sociedad invertir en salud y en medicinas se nos hace un acto poco deseado.
La diferencia estriba en nuestra honestidad para hacernos cargo de nuestras equivocaciones, expresarlas y tratarlas de enmendar. A los apasionados por desprestigiar a mi gremio médico, les encantará esto que señalo. Pero esto es solamente un ejemplo. En la vida se equivocan padres de familia, arquitectos, ingenieros, políticos, plomeros, albañiles, policías, gobernantes y… sería una lista de nunca acabar.
Qué bueno sería que un gobernante reconociera, aunque fuese de vez en cuando, que se encuentra equivocado. Esto permitiría hacer un análisis de la situación y encontrar muchas otras propuestas. Además, no defraudaría la confianza de su pueblo. Todo lo contrario, mostraría su capacidad de ser humano y congruente con el cargo que ocupa, gracias a la elección de su pueblo.
Pero para reconocer que hemos tenido errores, por lo cual nos hemos equivocado, necesitamos tener mucha entereza en la vida. Un gran compromiso con las personas que deseamos ser y al mismo tiempo con las personas que se encuentran en algún grado de dependencia nuestra.
De nuestros errores y fracasos aprendemos aún más que de nuestros triunfos. Cuando nos sentimos en un pedestal, creemos tener la verdad absoluta, nuestros sentidos y razón se entumecen. Por lo cual, ya no podemos pensar, analizar, no ejercemos el pensamiento crítico y analítico. Además perdemos contacto con la humildad y con nuestra humanidad.
A todas y todos nos puede ocurrir un error, lo importante es admitirlo, aprender de él, analizarlo con el fin de encontrar posibles soluciones para su enmienda. Y también para ello se necesita coraje y valor.