Astrónomos que desde hace mucho tiempo vienen utilizando a las supernovas como hitos cósmicos para ayudar a medir la expansión del universo, tienen desde ahora una respuesta a la pregunta de qué provoca esas explosiones estelares masivas, según un estudio difundido hoy en la revista Nature.
Las supernovas, estrellas que explotan al final de sus vidas, «son objetos cruciales para comprender el universo», explicó ayer el principal autor del estudio, Marat Gilfanov, del Instituto Astrofísico Max Planck de Alemania, durante la presentación de la investigación realizada por su equipo.
«El hecho de que no conociéramos su funcionamiento era un fastidio. Ahora comenzamos a comprender lo que enciende la mecha que provoca esas explosiones», dijo.
Según la mayoría de los científicos, algunas supernovas, conocidas como las de tipo 1a, se forman cuando una enana blanca (el corazón degenerado de una estrella roja gigante) se hace inestable tras haber superado su masa máxima.
La inestabilidad puede provenir de la fusión de dos enanas blancas o de la acreción, un proceso por el cual la gravedad de una estrella absorbe una parte de la materia de otra.
Gracias al telescopio espacial estadounidense Chandra X-Ray Observatory de la Nasa, Marat Gilfanov y sus colegas estudiaron las supernovas de cinco galaxias elípticas así como de la región central de la galaxia Andrómeda.
«Nuestros resultados permiten pensar que casi todas las supernovas de las galaxias que hemos estudiado provienen de la fusión de dos enanas blancas», destaca Akos Bogdan, del Instituto Max Planck, coautor del estudio.
«Si las supernovas han sido producidas por acreción, las galaxias serían cerca de 50 veces más brillantes bajo el efecto de los rayos X, que es lo que en realidad observamos», agregó.
Serán necesarios más estudios para determinar si la fusión es también la primera causa de la aparición de supernovas en las galaxias espirales.