Del Colectivo de Organizaciones Sociales (COS) recibí un documentado balance de los Acuerdos de Paz, con ocasión de haberse cumplido los diez años de la firma de tales convenios.
No intento resumir en este espacio los criterios incluidos en la revista «Otra Guatemala es posible», sino sugerir a asesores y colaboradores cercanos de los principales candidatos presidenciales que dediquen una hora para leer los diferentes capítulos del breve y crítico análisis, toda vez que, presumo, los aspirantes a suceder al presidente Berger no disponen de tiempo ni tienen interés de estudiar con seriedad los graves problemas del país y sus eventuales soluciones, aunque deberían ser su prioridad inmediata.
Enfocaré sólo dos aspectos del documento, uno de los cuales se refiere a los bajos niveles de crecimiento económico de la década, que apenas supera al crecimiento demográfico (2.5%), con el agravante de que, para caer en la redundancia, el ingreso se concentra en pocas manos, de manera que 14 de los 22 departamentos del país superan la línea de pobreza, que es del 57 %.
Se repite lo que todas las investigaciones realizadas al respecto señalan, en cuanto a que la pobreza afecta especialmente a la población indígena y campesina, y dentro de este segmento básicamente a la niñez y las mujeres, de manera que en las regiones más pobres la desnutrición infantil supera el 70 %.
Por supuesto que son varias las causas del bajo crecimiento económico, pero el análisis enfatiza lo referente a la baja carga tributaria, puesto que una de las transformaciones pendientes que más pesa en las posibilidades de la construcción de un Estado capaz de cumplir con su responsabilidad de gestor y promotor del desarrollo económico y social, radica en la reforma fiscal.
En Guatemala ?insiste el COS- perdura la estructura fiscal más conservadora de Centroamérica, basada en el mantenimiento de privilegios, exenciones y exoneraciones al sector económico, debilitando así la capacidad del Estado de responder a las obligaciones constitucionales, sobre todo en materia social.
Los Acuerdos de Paz establecieron el requerimiento de aumentar la carga tributaria en un mínimo del 12% para el año 2000, en relación al PIB, pero han transcurrido los años y el nivel no supera el 10%, mientras que durante el presente año la meta de recaudación debería ser del 16%. Adicionalmente, persiste la debilidad de la SAT, con visible grados de defraudación, evasión y apropiación indebida de impuestos.
Por aparte, Guatemala posee los indicadores sociales más bajos de América Latina, sólo «superada» por Haití, ocupando el puesto 120 a escala mundial, de 173 países, según el índice de Desarrollo Humano, además de que en relación a Latinoamérica y el Caribe únicamente Haití se encuentra en peores condiciones que nuestro país. ¡Qué alivio!
Los otros datos referentes a la esperanza de vida, la situación de hambre y desnutrición, también son sumamente pesimistas, y tienen una relación directa con los recursos destinados por el Estado para garantizar la cobertura de los servicios sociales.
En Guatemala, según lo documenta el COS, prácticamente no existen políticas públicas de Estado, sino políticas gubernamentales, que, para ajuste de cuentas, cambian cuando se suceden los gobiernos, aparte de que se registra una tendencia de recorte de la inversión social estatal, que profundiza las debilidades de generar un proceso de desarrollo integral de las personas, especialmente entre la población infantil.
Ante este pesimista panorama, a lo que se añade el debilitamiento y el saqueo de las instituciones públicas, los efectos negativos del TLC con Estados Unidos, la salud y la seguridad social, uno se pregunta si los candidatos presidenciales están conscientes de los problemas que podrían encarar.
Al único que he escuchado o leído que ha dicho que es indispensable aumentar la carga tributaria es al ingeniero ílvaro Colom; pero se podría dudar de la sinceridad de sus palabras, al leer en las vallas del candidato a alcalde de Mixco por el mismo partido (junto a los retratos del candidato edilicio Chito Barrera y la del presidenciable de la UNE), esta promesa: «bajaremos los impuestos». ¿Demagogia, doble discurso, clientelismo electoral o ignorancia fiscal? Quien sabe.
(El psicólogo Romualdo Froy llama a un amigo psiquiatra: -Por favor, vení a mi consultorio de inmediato, porque que tengo el extraordinario caso de un tipo con complejo de inferioridad. El analista clínico replica: -¡Si yo atiendo a decenas de personas con ese complejo! El psicólogo repone: -Sí, comprendo; pero? ¿candidato presidencial?)