Asesino de niños, loco por filmes de horror


La nefasta influencia de las pelí­culas de horror violentas, de las que poseí­a 5.700 casetes, causó, según sus abogados, la enajenación mental del joven Tsutomu Miyazaki, un japonés ejecutado hoy por haber asesinado a cuatro niñas y comido parte de sus cuerpos.


Miyazaki, que tení­a 25 años cuando cometió sus crí­menes, a fines de la década de los 80, fue ahorcado al amanecer al mismo tiempo que otros dos condenados, anunció el ministerio de Justicia.

Su ejecución se produjo pocos dí­as después de otro caso sangriento impresionante: el asesinato de siete transeúntes por un desequilibrado en las calles de Akihabara, el célebre «barrio electrónico» de Tokio.

Tal como en la masacre de Akihabara, el caso de Tsutomu Miyazaki habí­a llevado ya a Japón a interrogarse acerca de la nefasta influencia de ciertas series de televisión e historietas ultraviolentas.

Miyazaki era apodado «el asesino otaku», término que designa en Japón a los jóvenes antisociales, fanáticos de electrónica y «mangas» (historietas dibujadas) que pasan la mayor parte de su tiempo encerrados en sus cuartos.

En junio de 1989 la policí­a lo detuvo en un parque por atentar contra el pudor de una niña. Interrogado por los agentes confesó que habí­a secuestrado y asesinado a otras cuatro niñas, de edades entre los cuatro y los siete años, en Tokio y en el vecino distrito de Saitama, en 1988 y 1989.

El asesino habí­a mutilado el cuerpo de sus ví­ctimas, cocinado en un horno sus manos y sus pies, bebido su sangre y dormido al lado de los cadáveres para satisfacer sus fantasmas sexuales. Luego habí­a enviado cartas a los medios de comunicación, haciéndose pasar por una mujer, para reivindicar sus crí­menes.

También envió los restos del cadáver de una de sus ví­ctimas a la familia.

Fue condenado a la pena capital pese a los llamados a la clemencia de sus abogados, que alegaron «enajenación mental», afirmando que Miyazaki tení­a el espí­ritu perturbado por un exceso de pelí­culas malsanas.

Unos 5.700 casetes ví­deos de pelí­culas de horror y ultraviolentas, entre ellas algunas escenas filmadas por el propio Miyazaki en los lugares de sus crí­menes, fueron hallados en su cuarto. El asesino viví­a con sus padres en un remoto suburbio del norte de Tokio.

Durante su proceso dijo que deseaba ser famoso y comparó el tribunal a «una función de gala en el teatro».

«Sentí­a que era un sueño, hice todo eso en sueños», declaró.

Este martes al amanecer fue ahorcado en Tokio. Tení­a 45 años.

Con esta ejecución «ha caí­do el telón sobre una historia», declaró Shigeru Hashizume, el policí­a que dirigí­a la investigación, hoy en dí­a un anciano de 75 años.

Dos asesinos condenados en otros casos, Shinji Mutsuda y Yoshio Yamasaki, fueron igualmente ejecutados el martes en Tokio y Osaka (oeste).

Japón es uno de los únicos paí­ses industrializados, junto con Estados Unidos, en aplicar aún la pena capital. Un centenar de condenados esperan actualmente su ahorcamiento.

«En Japón la opinión mayoritaria es que la pena capital debe ser mantenida. Por eso no veo la necesidad de modificar lo que hemos hecho hasta ahora», declaró el primer ministro Yasuo Fukuda, quien dijo no obstante que Japón debe mantenerse atenta a las corrientes de la opinión mundial.