Asco y vergí¼enza en el Congreso; los dinosaurios aún están allí­


¿Y qué otra cosa podí­a esperar la población guatemalteca de la mayorí­a de sus «representantes» polí­ticos en el Congreso de la República? ¿No es bien sabido acaso que, con muy pero muy pocas excepciones, tales diputad@s responden de manera sumisa y abyecta ante la orden de sus diferentes amos?

Fernando Mollinedo
fermo@intelnet.net.gt

¿Y qué decir de sus amos? Los verdaderos dueños de Guatemala, siguen ejerciendo el poder real que significa: MANDAR, DECIDIR, DISPONER, RESOLVER de una u otra forma la conformación e integración de las instituciones públicas y sus resultados administrativos y de «justicia»; lo que se traduce en: OBEDIENCIA, ACATAMIENTO, SOMETIMIENTO, DOCILIDAD, MANSEDUMBRE, CUMPLIMIENTO, ABYECCIí“N (Del idioma latí­n. abiectus, de abiicere, que significa en pocas palabras: rebajar, envilecer. Adjetivo calificativo. Despreciable, vil en extremo).

De lo anterior, se deduce en forma práctica la reacción fisiológica humana de ASCO palabra que a su vez significa: «Alteración del estómago causada por la repugnancia que se tiene a alguna cosa que incita a vómito. Impresión desagradable causada por alguna cosa que repugna». Y esa es la reacción emocional de la población al enterarse de la elección de candidatos a la máxima representación de la justicia guatemalteca: la Corte Suprema de Justicia.

En relación a la conducta de l@s diputad@s, al someterse de manera abyecta a los dictados del poder paralelo, poder oculto, corrupción o como quiera llamársele, no le queda a la población, más que sentir VERGíœENZA por los actos de sus representantes (VERGíœENZA, palabra derivada del idioma latí­n: verecundia que según el DRAE significa: Turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena. Acción que, por indecorosa, cuesta repugnancia ejecutar, o deja en mala opinión al que la ejecuta.

En los centros carcelarios del paí­s todos los presos se consideran «inocentes»; de igual manera, los ahora magistrados electos se consideran «incólumes niñit@s de primera comunión» aunque tengan colas de dinosaurio mucho más grandes que las que refirió Tito Monterroso en su cuento más pequeño.

Triste el caso de Guatemala, pero más triste el caso de todos los ciudadanos que han permanecido durante tanto tiempo en calidad de indolentes ante el saqueo, hueveo, desmantelamiento, destrucción y pérdida del valor del Estado como Estado por los eternos ladrones: oligarquí­a y polí­ticos. Indiscutiblemente, toda regla tiene su excepción, no dudo que hay personas en Guatemala muy honorables y probas. ¿Pero… dónde están para rescatar a Guatemala? ¿Estamos bien piscinas? pero con tenis?