Asco (2)


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En mi país murieron campesinos a manos de militares, mientras protestaban por el alza de la electricidad, y no pasa nada. En otros países la gente sale a la calle a protestar y reciben apoyo de los guatemaltecos, con mensajes que desbordan su ignorancia y la indignación se manifiesta. Columnas de opinión, redes sociales y hasta encuentros en los que se discute el tema. ¿Candil de la calle…?

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@gmail.com


En mi país la gente cree que el desarrollo es grande porque grandes cadenas de comida rápida y tiendas de café –que vale decir, tienen éxito en otros países con el grano producido aquí, que por cierto no llega a nuestros paladares así no más–, se instalan en los centros comerciales.

En mi país los jóvenes no saben que hubo guerra, no entienden qué es el genocidio y no entienden qué es el resarcimiento, ni por qué la gente pide justicia.

En mi país, niños y niñas hacen un juramento a la bandera que sólo ven ondear en septiembre, sin saber el significado de la palabra excelsitud y mucho menos comprender qué es una patria digna.

En mi país se indignan cuando no reconozco a Tecún Umán como héroe nacional, cuando digo que hay muchas cervezas mejores que la producida acá y que la selección de futbol no merece la afición que tiene, y me acusan de ser mala guatemalteca.

En mi país se acusa a quienes defienden los derechos humanos de aprovechados y tapaderas de delincuentes, mientras se le otorga el voto a forajidos que sonríen con la iniciativa privada y lloran ante los ancianos y los niños, a la vez que aseguran el porvenir de sus bisnietos con el dinero que debía destinarse a servicios públicos dignos.

En mi país se diferencia a los niños de los ishtos, a los perros de los chuchos y a la gente de los shumos, dependiendo de la marca de zapatos, el collar que cuelga de su cuello o el tipo de tinte que se aplica en el cabello.

En mi país, al que dicen no quiero, la gente se muere de pulmonía, de disentería, de frío, de hambre y de soledad y todos callamos, porque al final de cuentas, como me dijo un catedrático universitario al expresar todo esto verbalmente, “muerto el perro se acabó la rabia o dicho de otra forma: un chucho menos, un pan más”.