Asaltos a la salida de agencias bancarias de San Lucas


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Nadie está a salvo ya en nuestro país de ser asaltado con ocasión de robo en los diferentes lugares urbanos y rurales, porque los ladrones están prestos a despojar a las personas de sus pertenencias bajo amenazas con armas cortantes, contundentes y de fuego.

Marco Tulio Trejo Paiz


Una estimable dama residente en la jurisdicción de Mixco nos visitó para relatarnos lo que le aconteció recientemente en San Lucas, departamento de Sacatepéquez, a donde estaba yendo porque  una odontóloga le está haciendo un tratamiento de canales en su dentadura.

    Nos refirió la dama, quien nos pidió reservar su nombre para evitarse problemas, durante las  eventuales visitas a la clínica dental.

    Un sujeto no mal vestido, añadió la dama, fingiendo haber extraviado fotocopias de un documento, le pidió un quetzal y, en atención a lo solicitado, bajó el vidrio de la portezuela del lado en que manejaba su automóvil; abrió su bolso, y el individuo vio que ella (la dama) llevaba una libreta de ahorros cuyo saldo a su favor era de varios miles de quetzales. Entonces el supuesto perdedor (¿…?) del documento ya mencionado, sacó un filoso y luengo puñal con el que amenazó a la dama que conducía el automóvil para que abriera la portezuela y se dirigiera con él a la respectiva agencia bancaria. Le dijo que no pronunciara ni una sola palabra ¡porque si lo hacía la mataba!

    El asaltante siguió a su víctima como la sombra al cuerpo y, en la agencia bancaria, hizo cola con ella sin despegársele. Y es que, a diferencia de lo que ocurre en la capital y en otras partes de la República, las personas que hacen fila tienen que esperar que en las ventanillas donde se cambian cheques sean atendidos los cobradores de tales  efectos de cambio.

     Una vez vació su cuenta de ahorros la deprimida y aterrorizada dama, tuvo que salir de la agencia bancaria y dirigirse al sitio donde había estacionado su vehículo, en el que, por cierto, se había quedado otro sujeto algo añoso, también armado, compañero de ruta del  otro asaltante.

    Cuando los dos ladrones lograron sus aviesos propósitos, dejaron angustiada a la víctima y sin metálico para comprar, siquiera, un galón de gasolina; menos mal, explicó, que todavía alcanzó un poco del combustible  para retornar a su casa.

    Hay referencias respecto de que los asaltantes  y ladrones pueden estar cometiendo ilícitas acciones  en connivencia con empleados de algunas agencias de los bancos del sistema y que, lo que roban, es distribuido en porcentajes de su conveniencia. Ese es su modus vivendi y operandi.

    En San Lucas hay una subestación de la Policía Nacional  Civil, pero es de suponer que no husmea en las entradas y salidas de los entes bancarios y, de esa suerte, las personas corren riesgo de ser  asaltadas, víctimas de robos, incluso de asesinadas.
   
    Es menester que antes de que sigan los actos de rapiña, como el relatado por la ahorrante dama (han de haber muchos casos), esos pícaros deberían buscar una ocupación asalariada con honradez, pero al fin y al cabo, dirán, es rentable la delincuencia con aprovechamiento de la galopante impunidad.

    Ahora bien,  los sujetos que caminan en los oscuros terrenos de la delincuencia, tarde o temprano -o más temprano que tarde- pueden pagar cuentas cabales en la cárcel, en el hospital o en el cementerio…
   
    Al lanzar nuestra voz de alerta, pensamos que los propietarios y los funcionarios de los bancos que operan en el país deben adoptar medidas pertinentes y urgentes para detener la serie  de asaltos, robos y agresiones  a los usuarios de sus servicios, muchos de los cuales preferirán ir prescindiendo de esos servicios para evitarse hechos como el mencionado.