El gran “Tonathiú†ha descendido de su cómoda silla edil, según afirmaba en abril pasado, cuando alborotó el cotarro con su fallida intención de volverse a postular a la presidencia. Anunció con pomposa campaña la necesidad de “retomar el caminoâ€. Ahora, en las proximidades del suelo, pisa de nuevo las calles, pues se ha visto obligado a hacer campaña. Contra todos los pronósticos, aparentemente sigue imbatible. O quizás ya no tanto.
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Tal y como afirmé el 31 de mayo pasado, Arzú sigue siendo un personaje polémico. Hoy se reitera tal apreciación. Esta persona despierta desde simpatías ciegas, hasta aversiones furiosas. En más de 25 años de vigencia política ha tenido el tiempo suficiente para generar tales sentimientos encontrados. Esta elección, aún con el eventual triunfo de ílvaro Arzú, marca el inicio de su final. Haberse visto obligado a hacer campaña lo ha hecho caer en sus propios ardides. Ofrece cosas (del futuro, para un mañana inconsistente) que no ha podido emprender en el presente, que no ha podido hacer en el pasado (¡Vaya cinismo!). Veamos tan solo un ejemplo: nos ofrece semaforización “inteligenteâ€, cuando la actual red de semáforos es inoperante y ausente de la elemental sincronización (de hecho ha sido la peor compra de uno de los más prominentes integrantes de su séquito, el señor í“scar Berger). Pero aún y contra todos los pronósticos, Arzú puntea cacarean los sondeos.
En lo menos que también ejemplifica: dijo sin empachos que el lema “Dios, Patria, Libertad†es de origen dominicano. Generó tal ola de descontentos entre sus antiguos compañeros de partido, el ultraconservador “Movimiento de Liberación Nacionalâ€, que tuvo que atreverse a admitir el origen del emblema. Su creatividad se evidencia y limita a su capacidad de copia. Como la ornamentación, como los llamados pasos a desnivel, como la implementación (¡al fin!) de un transporte colectivo, este por cierto una mala copia del modelo sudamericano, aunque la propaganda haya dicho lo contrario. Así, en medio de sus aires de resplandeciente conocimiento de la realidad guatemalteca, esta persona apuesta por alcanzar su siguiente reelección, no sin encarar algunas dificultades severas como al inicio de su carrera política.
Su base social, la fuerza de su voto cautivo, no se produce en las jurisdicciones propias de su “clase†(de hecho ellos casi no votan). Su caudal, créase o no proviene de los extensos cinturones de miseria que bordean la ciudad. Ahí, en esos asentamientos de guatemaltecos no necesariamente nacidos en el municipio de Guatemala, proviene su gran caudal. í‰l le enseñó a otros alcaldes que la gestión del desarrollo se puede auspiciar a cambio de lealtades comprometidas y condicionadas ante las necesidades básicas de la población: agua, drenajes, calles asfaltadas, iluminación pública, etcétera. Pero esto, como hemos visto y comprobado a través de otras entregas, en realidad no es suficiente y no necesariamente es desarrollo. Son obras, pero que no responden a un concepto de bienestar real de la población.
Si Arzú gana el próximo domingo, no necesariamente tendrá una corporación afín en su totalidad. Los concejales que resulten electos se podrán constituir en su dolor de cabeza más grande. Si Arzú gana el próximo domingo, tendrá que hacerse de muchos tragos amargos y se verá condicionado (al fin le condicionarán a él) a rendir cuentas. Muchos de los que ahora son sus colaboradores más leales lo dejarán de ser (como ya ha ocurrido en el pasado), pues no podrá seguir ofreciendo esos jugosos y misteriosos honorarios al amparo de los oscuros fideicomisos y otras “sociedades anónimas†que son parte de su cártel. Si Arzú gana el próximo domingo tendrá muy poco tiempo para obtener el respaldo necesario en lo que resta de la actual administración para hacer su última ola de maquillajes. Luego del 14 de enero de 2012, la relación gobierno central-gobierno municipal, habrá de pasar por las más intestinas luchas. Arzú entonces, podría emprenderla contra el vecino de una manera aún más despiadada. En todo caso, Arzú está en el límite del que podría salir por la puerta grande o la de atrás.