Los resultados de las elecciones generales del pasado domingo más o menos guardaron las proporciones o tendencias presentadas por serios profesionales e investigadores de opinión, no así con la propaganda falsa o mentirosa que pintaba halagí¼eñas cifras, amparándose en el marco de impunidad que predominó en esta campaña electoral, con el sucio propósito de engañar a tanta gente ignorante que en nuestro país sigue creyendo en cantos de sirena.
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En cuanto a la elección del alcalde del municipio de Guatemala, nunca pudimos apreciar con certeza la tendencia de los resultados finales. Hasta el momento de escribir este comentario, el conteo electoral indicaba que ílvaro Arzú alcanzaría si mucho el 36 %, mientras Roberto González, ni con bañarse a guacalazos podía dejar de ocupar el segundo lugar y Alejandro Sinibaldi cayera hasta el tercero. De ahí que las cifras nos indiquen dos cosas: que gastar dinero no es sinónimo de triunfo, como que la ciudadanía (6 personas de cada 10) resultara ser la gran perdedora de los comicios, al tener que seguir soportando la incapacidad, la altanería y la arrogancia de quien tendrá por cuarta vez asida la vara edilicia.
Con votos comprados con el dinero de la población, la mayoría de vecinos seguiremos padeciendo mal mantenidas calzadas, calles y avenidas, carentes de eficiente red de semáforos; las graciosas concesiones clientelares de áreas verdes y servicios; la escasez de agua, salvo cuando es período electoral; de basureros pestilentes y contaminantes con servicio de recolección solo en áreas privilegiadas; la ausencia de espacios para el estacionamiento vehicular; policía de tránsito incapaz de controlar cruceros, no digamos de planificación adecuada especialmente en horas pico, como del diseño de pasos a distinto nivel que al primer aguacero se inundan.
El guatemalteco no es tan ambicioso como para pretender vivir en la “ciudad del futuro†prometida durante la campaña electorera de Arzú. No, simplemente seríamos felices con poder salir hacia el sur de la ciudad por una ruta más ancha y libre de obstáculos impuestos por el mal diseño del Transmetro por no haber pensado en el futuro y porque el problema del transporte colectivo estuviera resuelto después de sus 25 años de monarquía edilicia. Lástima que la miopía política de sus opositores les haya impedido ver que al dividir el voto opositor estaban propiciando el triunfo de Arzú quien, por manejar fondos públicos sin rendirle cuentas a nadie, fueron sesgados de nuevo para una campaña electoral. ¿Es que alguna vez, usted estimado lector, ha sido informado con amplitud del manejo presupuestario más elevado de cualquier otro municipio del país, como de las entidades y fideicomisos que giran a su alrededor?
Claro, eso también seguirá siendo fruto prohibido, salvo que con la integración del concejo municipal los síndicos y concejales de nuevo ingreso pudieran al menos informar debida y pormenorizadamente a las mayorías, lo que tanto han estado reclamando.