Aura y Edilsa Itucama, dos hermanas indígenas de la etnia wounaan, originaria de la región del Darién, en la frontera con Colombia, han encontrado un filón con sus habilidades para tejer cestas, por las que los coleccionistas llegan a pagar varios miles de dólares.
Todo lo que necesitan estas hermanas, que han cambiado sus coloreadas «parumas» (faldas) tradicionales por jeans y han cubierto sus senos, es «nahuala» y «chunga», dos fibras vegetales que se consiguen en su Darién natal, y mucha paciencia porque pueden tardar años en hacer una cesta.
Edilsa asegura que en una ocasión tardó «dos años y seis meses» trabajando una media de 5-6 horas diarias en hacer una cesta que vendió por 2.000 dólares.
El resultado es un tejido finísimo rígido, consistente y compacto, capaz de retener en su interior hasta el agua, que se empieza por la base con un nudo y una espiral de fibras nahuala, las mismas que sirven para hacer los famosos sombreros Panamá, que sin embargo son originarios de Ecuador.
Los hilos de chunga -una especie de rafia- de colores, obtenidos con frutos, hojas, madera, raíces, barro o cenizas, sirven para coser y sellar el «soporte» de nahuala.
Guillermina Aripe, una indígena emberá también del Darién, que sólo se diferencia de los wounaan «por el idioma y las danzas», explica que los colores dependen del número de horas en que permanecen en cocción las fibras con los tintes naturales.
Dibujos geométricos, inspirados en los que estos indígenas se pintan en el cuerpo en ocasiones especiales, y animales que se encuentran en su entorno como tucanes, guacamayos, zorras, iguanas, tigres o monos decoran estas cestas, tradicionalmente utilizadas por la para guardar ropa u objetos de la casa.
Algunos de los dibujos proceden de símbolos visuales o de experiencias ópticas, inducidas por alucinógenos, alimentos o el sonido de tambores y la danza.
La tradición requiere que las mujeres sean las encargadas de la cestería desde la más tierna infancia. Ni la educación universitaria, como es el caso de las hijas de Guillermina, les hace olvidar su legado histórico.
La cestería se ha convertido actualmente en fuente de empleo para estas comunidades del Darién. Emberás y Wounaans, que junto a Ngí¤bes, Buglés, Kunas y Nasos forman la población indígena de Panamá de algo menos de 300.000 personas, representan el 10% del total, unos 30.000 miembros.
Edilsa, propietaria con su hermana Aura de varios puestos en el mercado de artesanías de Panamá, asegura que la mayor parte de los 500 habitantes que integran su comunidad de origen en Capeti, en la ribera del río Tuira, a dos días de viaje por carretera y panga (una embarcación) por los ríos selváticos del Darién, fabrican cestas para su negocio.
Emberas y wounaans también utilizan la técnica de la cestería para fabricar elaborar máscaras que suelen reproducir cabezas de animales.