Sobre veinticinco paneles verticales, Mohamed al-Hamadany pintó en «Noche de fuego» la violencia en Bagdad, las luchas de poder y la infancia quebrada: el entusiasmo de un teniente norteamericano permitió montar una exposición de arte iraquí en Nueva York.

«Estos artistas representan el futuro de la cultura iraquí, reconstruyen la herencia de su país y quería mostrar su punto de vista en Estados Unidos», explicó Christopher Brownfield, de 28 años, tripulante de submarinos de 1997 a 2007 y oficial de enlace voluntario en 2006 en Bagdad.
«Siempre visité los museos, tengo una formación de ingeniería nuclear y literatura, y en la zona internacional había un puesto donde los artistas hacían retratos. La mayoría eran para turistas, pero en la trastienda descubrí cuadros que no se mostraban a nadie, más contemporáneos», agrega este norteamericano pelirrojo, ojos azules y sonrisa encantadora.
Al principio los artistas eran reticentes porque corrían el riesgo de ser considerados como colaboracionistas y sufrir las consecuencias.
El oficial les lleva libros sobre el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa) y sobre el arte norteamericano en general. Diccionario mediante, inicia un diálogo con pintores, les propone despachar sus obras a Estados Unidos, venderlas y enviarles de regreso el dinero de las ventas.
En unos pocos meses, el teniente Brownfield envía por el correo militar norteamericano más de cien telas enrolladas. «No tenía derecho de hacerlo, entonces mentí y dije que eran obra mía, envié todo a mi madre, que vive en Michigan (norte), que luego las transportó a casa en Connecticut (noreste)», agrega. «Mi superior, que era un general británico, me respaldó moralmente».
A su regreso a Estados Unidos, en 2007, unos amigos le mencionan una galería de Soho (sur de Manhattan) perteneciente a Oded Halahmy, un escultor de origen iraquí.
Hijo de un orfebre judío emigrado a fines de los años 50, el escultor nacido en Bagdad estudió en la St Martin»s School of Art de Londres antes de llegar a Nueva York en los años 70, donde compró un inmenso Loft.
Durante mucho tiempo fue su taller. Luego este magnífico espacio se convirtió en la galería «Pomegranate» (Granada) y la sede de una fundación que ayuda a los artistas de Medio Oriente.
Oded Halahmy fue a Bagdad en 2004. De regreso trajo obras, incluyendo una serie de collages de Qasim Sabti, realizados tras el incendio de la biblioteca nacional en 2003, consecuencia de la invasión militar norteamericana.
Los cuadros consisten en fragmentos de textos en ruso, francés o inglés, pedazos de libros antiguos y fichas de consulta de lectores.
«Quería que se supiera que Irak no sólo tiene petróleo sino también una cultura. Fomento el diálogo entre todas las comunidades, chiítas, sunitas, kurdas. También exponemos a artistas palestinos o iraníes, pero sobre todo iraquíes», destaca el artista, elegante, con chaleco negro y camisa blanca.
«Las obras se venden entre 500 y 1.800 dólares, la galería retiene una comisión y envía el dinero por Western Union. «Noche de fuego» se vende a partir de 20.000 dólares, si no tengo otra propuesta lo voy a comprar yo, me gustaría organizar una exposición itinerante».
Cuando «Arte contemporáneo iraquí» cierre sus puertas el 21 de junio, Christopher Brownfield tiene pensado viajar a Jordania o Siria para hacer llegar el dinero a los artistas.
Posteriormente, el ex oficial que abandonó el ejército y escribió un libro sobre su experiencia iraquí, se inscribirá en la universidad internacional de Bolonia en Italia, donde se propone seguir estudiando.