Arte contemporáneo en grutas y otras insólitas exposiciones en Francia


Por Ana Marí­a Echeverrí­a

Exposiciones en bosques, castillos medievales, palacios papales: el verano en Francia es ocasión de originales exhibiciones, pero quizá la más insólita es la muestra de arte contemporáneo en la majestuosa gruta paleolí­tica de Mas d»Azil, cerca de Toulouse (sudoeste francés).


Excavada hace millones de años por la erosión causada por el rí­o Arize en un macizo de los Pirineos franceses, la gruta, que estuvo ocupada en épocas prehistóricas, acoge «Dreamtine 2», que reúne obras de artistas franceses y estadounidenses, entre ellos algunos que han expuesto en el Louvre, en Parí­s.

En las paredes y galerí­as subterranéas de la fascinante cueva, donde vivieron hombres prehistóricos, se exponen codo a codo, hasta fines de noviembre, vestigios dejados por ellos con piezas absolutamente contemporáneas, entre ellas esculturas y ví­deos.

Organizada por la residencia de artistas Caza d»Oro, en Mas d»Azil, y el museo des Abattoirs de Toulouse, que festeja este año su décimo aniversario, la exposición «habla de la creación contemporánea con un acento del hombre de las cavernas», indicó a la AFP el comisario, Claus Sauer.

Una de las obras, «Caverna de los osos», del premiado artista francés Philippe Mayaux, recuerda que la gruta estuvo poblada también por osos.

La «mayorí­a de las obras han sido creadas especialmente» para esta exposición», indicó Sauer, que es director de Caza d»Oro, subrayando que una muestra en una gruta «que es en sí­ ya una obra de arte, no ha sido organizada nunca, en ningún otro lugar del mundo».

«Las obras expuestas han sido creadas para jugar con este espacio tan especial, lo que ha requerido un proceso especial de reflexión de los artistas», subrayó, antes empezar el recorrido de la gruta, donde el visitante es recibido por personajes vestidos de blanco que cuelgan de las alturas, cada uno de ellos con un péndulo.

Obra de la artista alemana Gloria Friedmann, esos fascinantes personajes, que parecen interrogar al visitante sobre el paso del tiempo, fueron expuestos antes en el museo Louvre, indicó.

En una de las últimas bóvedas de la gruta se proyectan ví­deos del artista estadounidense Gary Hill, una figura importante en la escena del arte contemporáneo mundial.

«Gary Hill estaba tan alucinado con el lugar que se vino a quedar aquí­ con nosotros un tiempo», dijo Sauer, que destacó también la dificultad de organizar una exposición en un sitio protegido, como es esta gruta. «No podí­amos por ejemplo utilizar clavos», señaló.

Ese fue el mismo desafí­o que tuvo que enfrentar el artista catalán Miquel Barceló, que expone hasta setiembre en el majestuoso Palacio de los Papas de Aviñón (sur), el edificio góticos más grande de Europa, que por su puesto es también un «edificio protegido».

Barceló indicó que para exponer sus obras – máscaras y esculturas – n la Gran Capilla papal habí­a usado las mismas sacristí­as y altares, y los mismos agujeros, que utilizó Pablo Picasso en 1970, para una gran exposición tres años antes de su muerte.

«Me fijé en los clavos, en los agujeros que quedaban en las paredes de la exposición de Picasso», indicó Barceló, que ha tomado toma posesión de tres de los lugares más emblemáticos de Aviñón.

Además de la muestra en el palacio papal, frente al cual se erige ahora un elefante colosal de nueve toneladas, en equilibrio sobre su trompa, la Colección Lambert exhibe 10 años de su creación pictórica, mientras que para el Petit Palais el artista escogió obras góticas de Mallorca que no han salido de España desde la Edad Media.

En el castillo Chambord, en el Loire, el pintor y escultor español Manolo Valdés, de 68 años, expone hasta el 12 de setiembre imponentes esculturas y pinturas, inspiradas de «Las Meninas» de Velásquez, de Picasso o de lienzos del francés Henri Matisse.

Y en el noreste de Francia, en un castillo medieval cerca de Metz, se exponen, hasta fines de setiembre, lúdicas y voluptuosas «Nanas» de la francesa-estadounidense Niki de Saint Phalle, polémica artista cuyas esculturas son un canto a la femineidad triunfante.

También Provencia (sur), con sus cerros plantados de olivos y peñascos blancos -telón de fondo de tantas obras maestras de Vicent Van Gogh- intenta atraer visitantes durante la caliente temporada veraniega con un festival de arte.

Titulada Ap»art, esta manifestación propone exhibiciones y encuentros con decenas de artistas en aldeas, parques, caminos e incluso en restaurantes insólitos de la región, como el mas de la Pyramide, en una cantera de piedra.